Una anécdota ilustra la humanidad de Jaume Ortí, el presidente del Valencia CF del doblete, fallecido a los 70 años. Era el año 2012, en la presentación del libro «Bronco y liguero» del historiador José Ricardo March. Un acto sencillo, sin prensa, entre amigos, en el que el autor del libro ilustró su discurso con un fragmento de la película «Juguetes rotos», de Manuel Summers, que repasaba la vida, caída en desgracia, de boxeadores, toreros y la de un futbolista, Guillermo Gorostiza, la mítica «Bala Roja» de la «Delantera Eléctrica» del Valencia de los años 40. Arruinado y víctima de los excesos del alcohol, Goros acabó sus días en el Sanatorio de Tuberculosos de Santa Marina de Bilbao. Aquellas imágenes impactaron a Ortí, que desconocía la soledad que acompañó a aquel extremo zurdo en sus últimos días. Pidió el micro, como era norma en sus discursos improvisados, nacidos del corazón, y entre lágrimas afirmó que «no debemos permitir nunca más un futbolista del Valencia tenga un final así». Ese era Ortí, un hombre de bondad y concordia en un negocio tantas veces marcado por las falsas apariencias, los intereses ocultos y las débiles lealtades.

La bonhomía de Ortí, las palabras cariñosas y los gestos espontáneos dibujados en muletillas inconfundibles, que definían el carácter de este empresario del aluminio, fueron también motivo de la crítica. Se relativizó su influencia real en los éxitos del Valencia por apenas poseer acciones y por la limitada potestad ejecutiva de su cargo de presidente. Pero en su vinculación de una década en la entidad, desde su entrada como consejero en 1994 a su salida como presidente en 2004, su incidencia fue decisiva y lo marcan como un hombre de fútbol que aportó decisiones fundamentales en la historia del club.

En el año 2003, Ortí lideró la iniciativa para que el futuro estadio del Valencia tuviera una titularidad compartida entre el club, el ayuntamiento y la Generalitat Valenciana. Incluso se llegó a firmar un protocolo entre las tres partes para escenificar un modelo utilizado por clubes como el Athletic Club. Sin embargo, ese proyecto quedó enterrado entre la transformación accionarial del club, con la entrada de Juan Soler, y el nuevo viento político que auspició la aparición de los grandes eventos. Todo ello desembocó en 2006 con el lujoso proyecto del nuevo estadio de Corts Valencianes, con las obras paradas casi durante una década por no poder financiarlas.

El fichaje de Vicente

El fichaje en el año 2000 de Vicente Rodríguez estuvo encabezado por Ortí, que llevó a cabo las negociaciones con el Levante UD para fichar a un jugador que sería clave en la consecución de los títulos de Liga y la Copa de la UEFA.

Frenó la salida de Ayala

En el verano de 2003, la aparición de Ortí fue crucial para evitar la marcha de Fabián Ayala al Real Madrid. El central argentino, uno de los ídolos de la afición, quiso forzar su salida, impedida por la resistencia institucional del club. Se convenció al «Ratón», que sería de nuevo una pieza clave para conquistar la Liga.

«Deixeu-me parlar»

Hombre de fútbol, Ortí empezó dirigiendo en su localidad natal al Aldaia. Su paso por el Valencia dejó momentos imborrables en un contexto societario delicado, con una tremenda lucha de poder accionarial de trasfondo. Un caldo de cultivo que generó la animadversión de la grada a los directivos, trasladada en las presentaciones del equipo. En 2003, su alocución fue respondida con una sonora pitada. Ortí aguantó el tipo y pidió respeto: «Deixeu-me parlar, sóc el vostre president». Aquel año, en Sevilla, Ortí recuperaría el mítico abanico de la peña de Aldaia, que ya exhibió en la liga de Sarrià en 1971 como aficionado y en 2002 en el alirón de Málaga.

En la 2003-04, el 11 de abril en la Romareda, un gol de Angulo ponía la directa para que el Valencia conquistase la Liga. La euforia invadió a los aficionados y Ortí, saltándose protocolos y convenciones, lo celebró con ellos. No dudó en recoger una peluca naranja lanzada desde la grada y colocársela en la cabeza. Aquella fue la imagen del año más feliz del valencianismo y el producto más utilizado en los festejos.

El inventor de los «galácticos»

Ortí fue la cara institucional que hizo frente al desgaste mediático de las polémicas arbitrales de la época en cada Real Madrid-Valencia. Fue en esa época cuando acuñó al Madrid de Figo y Zidane como «los galácticos», una expresión inmortalizada para referirse a los opulentos proyectos madridistas. También eso era ejercer como presidente.

En el desplazamiento a Bremen en la temporada 2004-05, el núcleo de promotores y constructores de la nueva directiva le «invitó» a abandonar la presidencia. Lo hizo sin estridencias, pero sin apartarse del panorama valencianista. Ortí siguió interviniendo en cada Junta aportando una posición conciliadora entre luchas cainitas. Integró la plataforma «Savia nueva» y suyo fue el gesto de reconciliación entre los presidentes Amadeo Salvo y Vicente Andreu, obligándoles a abrazarse en una Junta. Ortí estuvo en cada presentación de un libro sobre el club, en cada homenaje a los veteranos. Su servicio fue incondicional. Se va una voz siempre necesaria, un presidente mayúsculo. Adéu, bonico!