El Valencia de Marcelino no rebaja su velocidad. Tampoco en la Copa, donde anoche afrontaba un duelo ya encarrilado en la victoria por 0-2 en Zaragoza. Repleto de caras menos habituales, el equipo blanquinegro certificó el pase a octavos liquidando al equipo aragonés con un 4-1 con varios nombres propios.

El de Santi Mina, que sigue su goteo goleador y sumó otros dos nuevos tantos. Rober Ibáñez, que tuvo el regreso soñado con un gol que deja atrás un año de pesadillas con lesiones. Con todo sentenciado, Marcelino regaló a Mestalla los primeros 20 minutos de la nueva joya del club, Ferran Torres. El chaval de Foios de 17 años, apuntó verticalidad, zancada y desparpajo. Seguirá contando con oportunidades porque le sobra clase y tiene al entrenador maravillado con su fútbol.

El veneno silencioso de los supuestos trámites coperos no afectó al Valencia. No por los avisos de la noche anterior de Lleida y Formentera, los 20 años de aquella «derrota útil, los caprichosos antecedentes desiguales contra los blanquillos en la Copa o aquella cicatriz europea del 64. Sobre todo porque a Marcelino no le gusta perder ni a las chapas. Su Valencia no sabe especular y solo había que comprobar la agresiva presión de Santi Mina desde el primer minuto. Por lo demás, la actitud animosa del Zaragoza, decidido a navegar en mar abierto, facilitó que el Valencia contase con espacios y que el juego fuera vistoso.

Era una noche propicia para la reivindicación de los menos habituales. Nacho Vidal y Nacho Gil estuvieron participativos por la banda derecha y con el avance de los minutos corrigieron alguna imprecisión que provocó la única aproximación seria del Zaragoza en el primer acto.

Pereira, más cercano a la franja de la titularidad, mostró regate y desborde, aunque abuse de las soluciones individuales. Recortó hacia adentro en un par de ocasiones para disparar con peligro desde la frontal e insistió con ahínco ante Parejo para que le dejase chutar un libre directo. En un gesto de capitán, el de Coslada le cedió el disparo, como ya concediera ante Santi Mina en el penalti contra el Leganés.

Hay ganas de descifrar qué clase de jugador es Maksimovic. Se le ve calidad y clase balcánica, pero tal vez por su carácter y lenta adaptación idiomática le falte soltarse, creérselo. Anoche, situado como 8, mostró excelentes destellos y merodeó la media luna del área de Ratón. Es un futbolista llamado a germinar en la segunda vuelta.

Más nombres. Toni Lato volvió a ser el lateral sin malas decisiones, presente en todas partes y con la fiabilidad de un reloj suizo. Cerró bien la defensa y se acercó al ataque con frecuencia, dando buenas asistencias a Mina. El delantero gallego, por su parte, no parece dispuesto a resignarse a la etiqueta de eficiente revulsivo de segundas partes. Fue el atacante más incisivo y en el 28 fulminó la eliminatoria finalizando, en colaboración con Zaza, una jugada iniciada con una recuperación suya.

Por su parte, Zaza demostró que no solo es un delantero impetuoso, de «grinta» como dicen en Italia. Anoche, no tan agresivo, amplio su repertorio con buenos movimientos y buscando el lucimiento de sus compañeros. En la segunda mitad, el delantero de Metaponto acechó más el gol. Un remate le cayó en su pierna derecha cuando ya había dejado atrás a Ratón. Y en el 58 el meta dejó muerto un rechace a disparo del exjuventino que empujó a la red, siempre despierto, Mina.

Con todo resuelto, Vinicius recibió el aplauso en su sustitución. Rober Ibáñez olvidó su calvario de lesiones de rodilla y contó con casi media hora. El canterano marcó el tercero y lo celebró efusivamente abrazado por sus compañeros, como la liberación que supone. Ferran se llevó la ovación de la noche y aprovechó sus minutos con varios destellos. Vezó cabeceó para el cuarto y Pombo puso el gol del honor visitante. Otro día en la oficina para el Valencia.