"Ogni volta che gioco mi piace fare casini". "Cada vez que juego me gusta ir al lío". Con esa declaración de intenciones se presentaba, hace un año, Simone Zaza a los aficionados del Valencia CF, en una entrevista concedida a Levante-EMV. Por entonces, aterrizaba un jugador atormentado a un club deprimido. El Valencia CF coqueteaba con los puestos de descenso y Zaza, de 25 años, llevaba más de ocho meses sin marcar un gol entre la Juventus, la selección italiana en la que erró el penalti que supuso su eliminación de la Eurocopa y la frustrante cesión de medio año al West Ham. Doce meses después, el valencianismo vuelve a gozar de un equipo puntero en la Liga y los temperamentales "casini" de Zaza en el área lo han rehabilitado como un goleador de prestigio, con un total de 16 tantos que lo devuelven a los mejores números de su carrera.

El camino en estos 365 días no ha sido fácil. Con sensatez y la apuesta por jugadores jóvenes que agitasen un vestuario viciado, Voro González logró detener la caída valencianista y salvó de nuevo al equipo. El papel de Zaza en los primeros meses fue intermitente. Tardó un mes en marcar el primer gol, el 19 de febrero, contra el Athletic Club. "Simo" lo celebró en un estado de trance, plantado sobre el césped, aturdido por haberse quitado de encima una enorme losa. Procedente de un fútbol como el Calcio, en el que los festejos de cada diana tienen el componente pasional de las carreras emocionadas de jugadores como Inzaghi, en Zaza han sorprendido las celebraciones pausadas, fiel a su carácter tranquilo fuera de las canchas. En todo caso el episodio tuvo un efecto catártico y, cuatro días más tarde, marcaba un gol de bandera contra el Real Madrid.

Más allá de los goles, la grada acogió a Zaza con gratitud por su honestidad y esfuerzo sobre el campo. Con un equipo que por entonces despertaba escasa identificación con Mestalla, la presión de Zaza persiguiendo a extremos rivales hasta línea de fondo y recuperando balones en campo propio despertaban el elogio de los aficionados, pero también representaban un síntoma de dispersión táctica, derroche de energías y acumulación excesiva de faltas (con solo medio año fue el jugador con más infracciones cometidas del equipo). Defectos de los que tomó nota el nuevo técnico, Marcelino García Toral, que se empeñó en limar esos defectos y aprovechar el buen caudal de fútbol del delantero de Metaponto.

Las consignas fueron claras. El cuerpo técnico conminó al futbolista a cometer menos faltas, a no descentrarse en protestas y a enfocar su radio de actuación dentro del área, sin marcharse a la carrera de otros rivales, bien vigilados en las trabajadas vigilancias del repliegue defensivo del 4-4-2 del técnico asturiano. Con confianza, y domando algún exceso temperamental como el protagonizado por su suplencia en el derbi frente al Levante UD, Zaza marcó el primer triplete de su carrera, frente al Málaga, y encadenó seis jornadas anotando goles.

Los problemas puntuales en su rodilla izquierda, que presenta una rotura parcial del menisco que no le impide jugar, han disminuido la frecuencia goleadora de Zaza en las últimas semanas, con la contingencia añadida de las lesiones de Gonçalo Guedes y Carlos Soler, que han influido en el bajón competitivo global del equipo. Contra Las Palmas, en Copa, Zaza volvió a mostrar su mejor versión, con una gama de movimientos de espaldas a portería digna de un delantero con un repertorio amplio, no solo limitado a los "casini". Plenamente integrado en la ciudad, junto a su pareja Chiara, Zaza celebraba ayer en redes sociales su primer año en Mestalla. Un año que ha cambiado su vida y la del Valencia CF.