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Munuera iba predispuesto

Munuera iba predispuesto

Teniendo sus motivos, que los tiene, Marcelino cometió un error en la última respuesta de la rueda de prensa previa al viaje a Gran Canaria. Quienes mesamos canas, aunque sea en la barba, ya hace demasiado tiempo que entendimos que -tratándose del colectivo arbitral- no existen las casualidades y los niños no vienen de París. Ese «sin ninguna duda» cuando fue consultado acerca de la excesiva vigilancia a lo que ocurre durante los partidos en el banquillo del Valencia le pasó factura al equipo en Las Palmas. Reconociendo la infantil autoexpulsión de Gabriel Paulista, al que le debería caer un paquete importante independientemente de la sanción federativa que reciba, es demencial que los jugadores valencianistas vieran once amarillas sin pegar una mala patada.

La historia no es nueva. Al club de Mestalla, como le ocurre a los otros diecisiete equipos de Primera que no son Real Madrid o Barcelona, le suele pasar factura cualquier salida de tono en relación a los árbitros, por mínima que sea. Excepción hecha de aquel raje monumental de Jaume Ortí en el Bernabéu minutos después del enésimo guinde en Chamartín, las reivindicaciones públicas nunca funcionan. Vivimos en un mundo globalizado en el que una queja velada como la de Marcelino se viraliza al instante. La mayoría de árbitros preparan los partidos al detalle. Y el detalle incluye estudiar incluso las ruedas de prensa de los entrenadores a los que van a arbitrar. Tengo el firme convencimiento de que Munuera sabía lo que dijo el técnico del Valencia el pasado viernes en Paterna. De otra forma no se entiende la amenaza de expulsión que le hizo en plena primera parte mientras Marcelino preguntaba educadamente «¿puedo hablar contigo, puedo hablar contigo?».

El asunto es peliagudo y más importante de lo que parece. No es conveniente afrontar la eliminatoria de vuelta de los cuartos de Copa y, sobre todo, casi la totalidad de la segunda vuelta en Liga con los inefables colegiados recelando del banquillo del Valencia y repartiendo amonestaciones por pestañear. Este tipo de situaciones nunca se resuelven de forma pública y mucho menos en una sala de prensa con luz y taquígrafos. El tema requiere que un ejecutivo del club de Mestalla -preferentemente un hombre de fútbol como Mateu Alemany- se reúna entre cuatro paredes con representantes del estamento federativo y/o arbitral. Que haga de poli bueno, que diga que sí a todo y adiós muy buenas. Hasta la próxima. Así y sólo así el trato arbitral volverá a ser el habitual. Esto es, perjudicial pero sin que el equipo acabe todos los partidos con nueve. Ya firmaríamos todos.

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