"El final debía ser donde empecé". Con esa frase Pablo César Aimar volvió por una noche al fútbol para retirarse definitivamente, con 38 años, de este deporte. El exjugador del Valencia quiso decir adiós con un ejercicio de puro romanticismo, disputando la pasada madrugada un partido oficial, de Copa Argentina, con el club de su ciudad, el Estudiantes de Río Cuarto, en el que dio las primeras patadas a un balón antes de marcharse, siendo aún adolescente, a las categorías inferiores de River Plate.

Aimar aguantó 50 minutos y cumplió, así, el sueño de su padre Ricardo, que fue futbolista en los años 70 y al que las cámaras captaron llorando emocionado tras ver jugar juntos en Estudiantes a Pablo con su hermano pequeño Andrés, actual futbolista de este equipo que milita en la Argentina A, el equivalente a la tercera división del fútbol albiceleste.

Fue una noche de fiesta en Río Cuarto. El campo de la Avenida España, con capacidad para 9.000 espectadores, se llenó con 12.000 almas que recibieron la salida de Estudiantes, con Pablo Aimar de capitán y dorsal 10, y Sportivo Belgrano, con lanzamiento de fuegos artificiales, globos celestes y un mosaico con la linterna de los teléfonos móviles. Entre los aficionados se encontraba, como un hincha más, el "Loco" Marcelo Bielsa, el entrenador que hizo debutar a Aimar con la selección y el que más marcó la carrera y su manera de ver el fútbol.

El "pibe inmortal" de Mestalla no quiso decir adiós con una pachanga amable entre viejas glorias y con goles regalados, sino con un partido oficial con la tensión propia, llevada al límite, de los afilados duelos de divisiones inferiores. A los 3 minutos, Pablo ya había tirado un caño al defensor visitante Nievas Escobar, que pocos minutos después le devolvió la gentileza propinándole una dura patada. Aimar gambeteó, dio cambios de orientación de 30 metros. Gozó de una buena ocasión en un disparo raso de media distancia repelido por el portero y, antes del descanso, combinó con su hermano Andrés en una acción que casi acaba en gol. En la tribuna, Bielsa hacía fotos y aplaudía como un niño y nada podía contener el llanto del papá Ricardo, apodado el Payo, mote que recogió Aimar como "Payito" antes de transformarse, por error periodístico, en "Payasito".

A los 50 minutos, exhausto, Pablo fue sustituido en medio de una cerrada ovación de su gente, amigos, familiares, vecinos y aficionados de Río Cuarto, en el debut y despedida con el primer equipo de su ciudad. El partido acabó 0-0 y Sportivo Belgrano pasó de ronda haciendo bueno el 2-1 de la ida. Un dato menor porque Aimar siempre entendió el fútbol desde la emoción y una visión alegre, para nada resultadista. Todo ello aconteció en una noche que en Río Cuarto se recordará para la eternidad.

Foto: La voz del interior.