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Contracrónica

La Copa y el camino de regreso

El Valencia vuelve a plantarse en una semifinal copera, un torneo que ha iniciado cada era dorada y que obsesiona a Marcelino - Jaume y Sivera, dos buenos amigos, tiran de personalidad y carisma en una tanda de penaltis que rearma anímicamente a Mestalla

La Copa y el camino de regreso

No se recordará como una eliminatoria idílica, en ningún instante de los 210 sufridos minutos en los que se prolongó el cruce contra el Alavés. Pero el Valencia pasa a semifinales de Copa con una energía renovada, la que da saberse vencedor, superviviente, tras una tanda de penaltis en la que se agigantó la figura felina de Jaume Doménech.

Poco importa el escaso brillo empleado para apear a un rival con el orgullo y dignidad alavesistas. Los blanquinegros, muchos años después, están a un paso de volver a disputar la final por el título. Cada etapa dorada del club de Mestalla se ha iniciado, históricamente, conquistando el primer peldaño en la competición del KO.

Así pasó con la delantera eléctrica en los 40, así se repitió en 1979 con Kempes y aquel Manzanares inundado de Senyeres. Y todavía fresca está en la retina la arrolladora velada de los goles imposibles de Claudio López y Mendieta en la Cartuja en 1999, que dieron inicio a los mejores años de la vida del murciélago. Será la semifinal número 33 en la que comparece el Valencia.

Marcelino, que se tapaba la cara, hundido en las butacas del banquillo de Mendirrotza, sin querer mirar los penaltis, es muy consciente del valor que tiene la Copa para reactivar las expectativas y el prestigio deportivo del club. Aunque sea un torneo que no ofrezca un retorno económico inmediato (un mantra tradicionalmente repetido por las directivas que también ha hecho suyo Meriton), en cada final de Copa el valencianismo ha mostrado al fútbol su potentísimo músculo social, la tarjeta de visita de su regreso cíclico al primer nivel.

Todo el sufrimiento, los patentes problemas de este Valencia para maniobrar ante equipos de perfil menor, desembocó en los penaltis. A Jaume Doménech y Antonio Sivera, dos buenos amigos, hijos de un ganadero de Almenara y un pescador de Xàbia, que se han ganado a pulso el ascenso a la elite, les tocaba librar una batalla salomónica, la más ingrata que depara el fútbol.

Jaume hizo gala de ese carácter carismático, ese empuje natural que le convierte en imprescindible para cada cuerpo técnico. Aunque juegue poco, siempre anima y da consejos, nunca pone una mala cara, siempre entrena como el que más y es querido por todos.

En el otro bando, Sivera demostró que estamos delante de un portero de fuste. Durante el partido y la prórroga fue decisivo y diluyó el recuerdo amargo de sus errores en la ida. Y en la tanda de penaltis se dio el lujo, con 20 años, de entrar en ese juego psicológico con los lanzadores rivales.

Cuando su colega Gayà, de la vecina Pedreguer, agarró la pelota, le susurró unas palabras al oído antes del penalti decisivo. Sobrino erró el quinto y no fue necesario que (presumiblemente) Parejo patease el último. Curiosamente, entre los cinco elegidos no estaba Simone Zaza. El italiano, que atraviesa una laguna goleadora que ha afectado a su ánimo, tiene todavía tierna en la memoria la herida del penalti fallado con Italia en la Eurocopa.

El recuerdo de Basilea

Desde abril de 2014 que el Valencia no se enfrentaba a una prórroga. Aquella se saldó con una victoria apoteósica final en Liga Europa contra el Basilea. Aquel equipo, dirigido por Pizzi, tenía similitudes con el de Marcelino. Era un bloque reconstruido, consciente de sus limitaciones pero duro de ánimo, difícil de doblegar y teniendo al mando a la mejor versión de Dani Parejo. La desgracia quiso que aquel Valencia cayese en semifinales de manera trágica, en el descuento, con un gol de M´Bia. El Sevilla vuelve a ser uno de los contendientes, también esta vez, en la antesala de una final.

Santi «VitaMina»

Los cuartos de final dejan otros apuntes. La confirmación del gran estado de Santi Mina, que ya ha alcanzado su décimo gol a pesar de no ser un titular asiduo. Con la llegada de Vietto, las apuestas aumentaban su teórica condición de carne de banquillo, una suposición a la que se ha rebelado con la misma perseverancia de siempre. El vigués es la gota constante que ablanda el mármol.

Gabriel, no afectado del cruzado

El pase difumina el sobreesfuerzo de cara al partido ante el Madrid. El peor peaje fue la lesión de Gabriel Paulista. El fatalismo se ha cebado con el central brasileño, que aguardaba el partido de anoche con muchas ganas para resarcirse del error infantil que cometió autoexpulsándose en Las Palmas.

En el minuto 17 se dañó la rodilla izquierda en un mal gesto y se fue en camilla llorando, al ser la misma rodilla que se lastimase con el Arsenal. La primera exploración, a pie de vestuario, apuntaba que Gabriel, un tipo querido en el vestuario, había sufrido una «hipertensión» en la zona, pero sin signos de tener afectado el ligamento cruzado.

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