Mestalla llevó el partido hasta el límite emocional. El ambiente vivido contra el Real Madrid, con una atmósfera ruidosa, festiva y 47.034 aficionados en la grada, confirma otra vez que la recuperación deportiva de la primera vuelta ha consolidado el renacimiento social de la institución. Un patrimonio que se debe proteger y mimar al detalle, y que ayer volvió a exhibir toda su fortaleza a pesar de la controvertida política de precios de cara a las semifinales de la Copa del Rey contra el Barcelona. La afición, sin interferir en la animación por los tres puntos en juego, en varias fases del encuentro entonó cánticos reclamando a Anil Murthy, presidente del club, que rectifique los precios de las entradas. Una solicitud que desde la jornada anterior ya había prendido la mecha por las redes sociales. Hasta exjugadores del club, como el guardameta Ludovic Butelle, en la actualidad en el Angers, cargaron contra la decisión del consejo de administración: «¿El precio incluye bebida, pipas y al final del partido el asiento como recuerdo? Fútbol moderno. Qué lástima para la afición tan grande y siempre al lado del Valencia», respondía el guardameta a un tuit del periodista Hugo Ballester.

El papel de la hinchada, glosado por Marcelino en cada rueda de prensa, está teniendo una incidencia directa en la actitud, y en consecuencia, en el rendimiento del equipo. El empuje desde la grada potencia a un bloque que, por su juventud, necesita en ocasiones de impulsos. Ayer, el ambiente vivido recordó al nivel de decibelios y colorido de citas grandes, como las semifinales de Liga de Campeones de 2001 contra el Leeds United. Tifo con los colores de la Senyera y lanzamiento de miles de papelitos que, con las rachas cambiantes del viento, recrearon una estampa que recordaba a la final del Mundial del 78.

El ánimo colectivo en Mestalla no ha decaído a pesar de los síntomas de agotamiento físico y mental que presenta el equipo justo en la fase decisiva del campeonato. El Valencia acumula 5 derrotas en los últimos 8 encuentros, pero los cimientos fuertes del proyecto de Marcelino y la honestidad de un vestuario generoso en el esfuerzo han multiplicado el crédito. Esa mismo respeto es el que no se ha tenido con la masa social con detalles reveladores como finalizar el plazo de venta de entradas para abonados antes de conocerse el resultado copero de la ida en el Camp Nou.