Es difícil explicar el fenómeno Santi Mina. Hay mucha gente en Mestalla a la que exaspera verle malograr los controles, los pases y los contragolpes. Daría la impresión, a simple vista, de que es el jugador menos dotado del equipo con el balón. Y, sin embargo, el mérito es colosal: sin ser el más estético de los delanteros, su tenacidad le ha llevado a superarlos a todos, con 14 goles, 11 de ellos en Liga, dos anoche ante la Real Sociedad.

Mina es uno de esos tipos que metería la cabeza en la vía con tal de que ganara el Valencia. Y eso lo valora muchísimo el entrenador. Si Marcelino lo prefiere tanto a Zaza como a Vietto como 9 del equipo, es precisamente por esa entrega. La imagen que ilustra esta crónica tiene fuerza simbólica: Zaza, derrotado en la lucha por la titularidad, avanza a saludar a su amigo y rival Santi Mina, exhausto y bocabajo, fundido tras un esfuerzo sobrehumano por ayudar a su equipo. Como diría el viejo Luis Aragonés, Santi Mina gana por lo civil o lo criminal.

El punta gallego cabeceó al segundo palo un centro preciso de Martín Montoya, que solo se lanzó al ataque una vez en toda la primera parte. Dos apuntes al respecto. Mina, impulsado por esa valentía temeraria, se está convirtiendo en un notable cabeceador. Y dos: Montoya, tan criticado por sus pifias defensivas, limitó los riesgos y renunció a su potencial ofensivo. Como Gayà tampoco acompañó al ataque (este más justificado por la llegada de Odriozola), el Valencia jugó muy espeso ante la deprimida Real Sociedad. El conjunto de Eusebio reaccionó en el segundo tiempo a partir de la zurda de Canales, una amenaza en cada centro o en esa falta enroscada al primer palo que salvó Neto primero con las manos y después, afortunado, con el codo tras el remate a bocajarro de Illarramendi.

Pifia de Murillo

El Valencia suma 13 jornadas sin dejar la portería a cero y parece como si eso pesara sobre los jugadores, cierta psicosis sobrevuela la portería de Neto. Parecía ayer una buena ocasión para cortar la mala racha: primero por la inofensividad de la Real en la primera parte; después por el empaque de Murillo en la zaga.

Precisamente erró Murillo en una salida de balón, también se durmió Coquelin y aprovechó Oyarzabal para batir por la escuadra a Neto. Al VCF le costó reaccionar. Siguió atrancado. Es como si no recuperara la frescura de la primera vuelta. Pesaban las piernas de Guedes, Carlos Soler y Rodrigo, sus tres jugadores más creativos. Movió banquillo Marcelino y volvió a salirse con la suya: Zaza entró por Soler, Guedes se fue a la derecha y, a la izquierda, Rodrigo, cuyo centro casi inmediato propició el error del portero Toño y el segundo gol de Santi Mina. Otro no habría ido a ver qué pasaba. Mina sí. Persigue las debilidades de los porteros con una fe de sabueso. Ya le sucedió en curso pasado en El Madrigal, cuando logró la pifia del sobresaliente Sergio Asenjo. Y repitió ayer ante Toño.

Poco brillo

El Valencia ha ganado los tres últimos partidos, ante el Levante, el Málaga y la Real Sociedad con más efectividad que brillo. Los dos extremos, Carlos Soler y Guedes, no consiguen recuperar la extraordinaria forma de la primera vuelta. Los dos fueron substituidos. Primero Carlos Soler por Zaza. Después Guedes por Ferran Torres. Marcelino confía plenamente en el extremo de Foios, que, a punto de cumplir 18 años este jueves (el equivalente al 29 de febrero), no desentona en minutos decisivos para el equipo. Aporta desparpajo y frescura física. La ausencia de Kondogbia en el centro del campo sí se deja notar. Siendo Coquelin un complemento defensivo estimable, no tiene la presencia ni la participación en el juego ofensivo de su compatriota, que rompe líneas con sus pases y ayuda a Parejo en la organización. Llegan el Athletic, el Betis y el Sevilla. La perseverancia de Mina está muy bien. Ahora necesita que vuelva el juego.