Era el minuto 73 cuando Mestalla rescataba el cántico de «La manta al coll i el cabasset», una melodía popular, propia de los días felices. El «You'll never walk alone» del murciélago. Era la manera de festejar otra neta victoria, la sexta en los últimos siete partidos, de un Valencia que hoy celebra 99 años de vida en plenitud. Ayer, con goles de Rodrigo, Zaza y Laguardia (en propia puerta), derrotó con autoridad al correoso Alavés y aumentó el trote desbocado con el que se acerca a la Liga de Campeones, su hábitat natural.

Le tenía pánico Marcelino a este partido. Su fino olfato detectaba cierta relajación ambiental por la atmósfera festiva en la ciudad y la confianza de los 11 puntos de ventaja respecto al quinto clasificado. Además, cada uno de los tres precedentes contra el Alavés habían sido trances agrios, contra un rival cortado por el mismo patrón táctico y rebosante de pundonor.

Pero lo que esperaba era la mejor primera parte de toda la temporada en Mestalla. Neto sacó la manopla de rigor a los 11 minutos para desviar un cabezazo de Sobrino. Pero a partir de ese momento se abrieron claros soleados en el cielo y el Valencia, casi literalmente, voló. Volvió a ser el equipo eléctrico por los lados, combinando la velocidad vertiginosa con el primer toque. Recobró la contundencia en la llegada desde segunda línea, tanto con Parejo como con los recortes a pierna cambiada de Soler y Guedes. En la medular, Kondogbia desplegaba las alas con un dominio abrumador.

Al fútbol combinativo contribuían los delanteros. De Rodrigo es conocida su capacidad asociativa, pero Zaza se sumó con un recital de triangulaciones, recibiendo de espaldas y escogiendo siempre la mejor solución. Como en la coral jugada del primer tanto, en el minuto 19. Iniciaron Montoya y Soler, por banda. El canterano vio la entrada de Parejo por el centro, que cedió en corto a Zaza. El italiano realizó un giro de 180 grados para dar una suave asistencia al espacio a Rodrigo, muy despierto para intuir el pase y definir con sutileza. Corrieron todos al banquillo para dedicarle el tanto a Francis Coquelin, el jugador del optimismo contagioso que tanto ha ayudado al equipo para levantarse de su depresión invernal.

Garay, sustituido al descanso por lesión, y Guedes, luego de una recuperación de Kondogbia, pudieron marcar el segundo. La gloria fue para Zaza, que desvió con picardía y una falta lateral botada por Parejo. El italiano ha vuelto a recobrar la estabilidad emocional y la puntería en un escenario idéntico al de la primera vuelta. Con un partido por semana y sin sentirse amenazado en la titularidad, entre la lesión de Mina y la baja forma de Vietto, Zaza vuelve a ser Zaza.

Si una enseñanza dejó la eliminatoria copera contra el Alavés, es que Abelardo ha dotado a los vitorianos de una genética combativa, que se manifiesta incluso en tardes como la de ayer, en las que el Valencia parecía invencible. Sobrino redujo distancias en el 48, aprovechando un error a la hora de cortar un cambio de orientación.

Reaccionó con entereza el Valencia. Pacheco salvó el gol de Guedes, pero no el inmediato tanto en propia puerta de Laguardia, en el intento de interceptar un pase de Soler. El «Chino» estuvo cerca toda la tarde de un gol que necesita. Solo quedaba tiempo para ovacionar a los ideólogos Rodrigo y Parejo y hacer la ola mexicana.