El Valencia ha llegado a tiempo de renacer para su centenario. En un día como hoy, con la ciudad entera oliendo a pólvora, el Gobierno Civil aprobó los estatutos redactados el 1 de marzo en la reunión definitiva en el Bar Torino. El Valencia Football Club quedaba oficialmente registrado como sociedad recreativa. Germinaba el sueño de sus emprendedores fundadores, jóvenes estudiantes entre 16 y 26 años, liderados por el carisma natural de Octavio Augusto Milego y Gonzalo Medina, que lograron aunar el espíritu de los distintos clubes que habían tenido una existencia efímera durante esa década en la ciudad, como el Deportivo Español, el Sagunto, el Rat Penat, el Fraternitario, el Racing de Patraix o el River Turia, entre otros muchos?

Siguiendo ese hilo histórico, ayer hubo en Mestalla un invitado de excepción: directamente desde México, donde reside desde los años 50, llegó Octavio Milego, hijo del fundador y primer presidente.

El 18 de marzo de 1919 no se debe entender como un punto de partida, sino como el cumplimiento de la vieja aspiración de formar un club con sólidas estructuras y vocación de representatividad. A diferencia del Gimnástico y Levante, que pugnaban por el honor de ostentar el decanato, el Valencia FC pasa a contar con campo propio, Algirós, que queda inaugurado el 7 de diciembre de 1919, con un amistoso contra el Castalia. Se recaudaron 26 pesetas, destinadas a beneficio del hospital Gómez Ferrer. Con esa ambición vanguardista proyecta la construcción de un futuro recinto, Mestalla, inaugurado en 1923 y que en pocos años ya albergará partidos internacionales de la selección española y finales de Copa. A los cuatro años de su nacimiento, el Valencia ya origina grandes desplazamientos de su hinchada, como los 900 aficionados que acuden en trenes y barcos a verle jugar a los ídolos Montes y Cubells en Barcelona. Frente al espíritu amateur del Gimnástico y el orgullo irreductible de un Levante con sus dominios limitados a los barrios marítimos, con quienes mantiene una dura pugna local, el Valencia se impulsa al exterior.

La «voluntad de querer llegar», como declaró en 1923 Joseph Sikl, el vicepresidente del Sparta de Praga de visita en la ciudad, marcará el destino del Valencia. No es un club con un relato tan definido como el «més que un club» del Barcelona, la leyenda de conquista europea inoculada en el Real Madrid por Santiago Bernabéu y Alfredo di Stéfano, la particularidad del «Pupas» en el Atlético o el sentimiento de pertenencia del Athletic Club y la Real Sociedad. Pequeño entre los grandes, pero poderoso entre los humildes, cada generación de valencianistas ha acabado por contemplar un equipo victorioso: la delantera eléctrica de los años 40; el equipo canterano liderado por Puchades en la Copa de 1954; la irrupción europea con las dos copas de Feria a inicios de los 60; la Liga de 1971; la Copa, Recopa y Supercopa con Kempes de icono indiscutible; hasta el lustro mágico entre la Copa de 1999, las finales consecutivas de Champions y el doblete de 2004. Hablamos de un club sin la capacidad de desplegar hegemonías, como el Real Madrid y el FC Barcelona, pero siempre capaz de asaltar furtivamente la gloria.

La «voluntad de querer llegar» que exhumara de las hemerotecas el historiador Miquel Nadal, presenta un reverso. La incapacidad del club de digerir los ciclos triunfales. El descenso de 1986 es el resultado de los errores posteriores a los títulos de finales de los 70. La parálisis societaria de un club endeudado con un nuevo estadio cuyas obras no puede financiera, es la consecuencia de la mala gestión posterior al clímax de 2004. El Valencia cumple hoy 99 años recuperando, como en otras épocas, el terreno perdido. La afición celebrará el centenario en un contexto de resurgimiento. Con un proyecto deportivo al alza y una masa social consolidada que soplará las velas en el bastión sentimental de Mestalla. El 100 aniversario coincide en el tiempo con unos cuartos de final de Champions...