El Valencia se marcha de Manchester United con la sensación de haber desaprovechado una oportunidad histórica de haber profanado por primera vez en su historia el templo de Old Trafford. El conjunto blanquinegro plantó cara, fue digno, serio y valiente contra un rival de mucho más potencial al que sometió durante muchas fases del encuentro con contragolpes armónicos con Gonçalo Guedes de indiscutible ideólogo. El Valencia amagó y amagó, pero naufragó reiteradamente en el último pase. A pesar de que en la segunda parte también hubo que soportar, con el oficio de un Paulista mayúsculo, los ataques desesperados de un Manchester United con grandes limitaciones como bloque, los 650 aficionados valencianos que no dejaron de animar abandonaron el estadio con el sabor de una oportunidad perdida. Y más porque la Juventus se destaca como líder del grupo. Para seguir optando con pasar a octavos de final, toca ganar en el doble duelo contra el Young Boys y esperar que Juventus y United se dejen puntos entre ellos.

Con el guerrero Francis Coquelin en banda como declaración de intenciones, el Valencia saltó a Old Trafford con actitud valiente, dispuesto a ser protagonista en una velada con ambiente excepcional. El equipo de Marcelino García Toral tenía clara la misión, con una presión adelantada y capacidad para armar con pocos toques contragolpes en velocidad. La pelota llegaba con facilidad a Guedes, bien asociada con Gayà para desdoblarle, pero fallaba el último pase, no se encontraba rematador ante De Gea. Guedes fue el primero en probar los guantes del portero madrileño, en el minuto 11. El partido avanzaba y el Valencia, con su personalidad, había logrado sumir Old Trafford en un silencio inquietante. Se escuchaban más los cánticos de los 650 aficionados blanquinegros que los de la parroquia local.

En defensa, a excepción de un par de faltas concedidas en la frontal, el Valencia respondía con aplomo al juego vertical del Manchester United. Paulista no le perdía la cara a su duelo con Lukaku y el equipo de Mourinho tuvo que recurrir a Rashford, con dos disparos lejanos, para intentar crear peligro. Una fortísima patada de Antonio Valencia a Guedes, saldada sin la justa tarjeta, dejó cojeando al portugués durante varios minutos y pareció que el Valencia, por instantes, se encogía. Old Trafford aprovechó el respiro para soltar sus primeros rugidos. El árbitro esloveno Vincic no mostró tanta piedad para enseñar tarjetas a Coquelin, Rodrigo y Parejo antes del descanso.

El Valencia reaccionó y, en la primera ocasión que Batshuayi salió ganador de un giro, habilitó a Guedes, que se perfiló para chutar a pierna cambiada. Era la jugada que salía más fácil y el United no sabía atajarla. Lo intentó hasta tres veces el portugués, antes del descanso. Por contra, el Manchester fio sus últimos ataques en la primera mitad a Lukaku, un bailarín con cuerpo de boxeador. Los valencianistas aguantaron todos sus envites. También Gayà, dos palmos más bajito y veinte kilos menos de peso, que soportó cada embestida del belga.

La segunda parte empezó con un esprint de Guedes, recorriendo la banda izquierda como en la final de los 100 metros lisos. La Ducati, como le apodan sus compañeros, buscó un disparo al palo largo que dejó clavado a De Gea, pero se marchó ligeramente fuera. El colmillo que no tenían los visitantes lo aplicaban los locales en ataques cada vez más intimidatorios en la disputa de balones divididos. Un par de saques de esquina bastaron para que Old Trafford entrase en ebullición por primera vez, y protestase hasta cuando el árbitro, muy permisivo con el ManU, parase el juego porque Kondogbia había caído lesionado. El momento de agobio, por depresivo que esté el conjunto de Mourinho, tenía que llegar, y el Valencia lo soportó con despejes acrobáticos y con las manos firmes de Neto para despejar golpes francos y centros laterales.

El Valencia debía quitarse la timidez de encima y en el minuto 66 lanzó el zarpazo que esperaban sus aficionados. Piccini dejó clavado y tumbado en el suelo con un recorte, centró con música al segundo palo, en el que Rodrigo bajó la pelota para que Batshuayi volease alto. El partido entraba en el típico intercambio de golpes estilo Premier. Neto y un agigantado Paulista respondían a los ataques desorganizados pero furiosos del United. Marcelino sacó a Gameiro por Batshuayi, con el gesto torcido camino del banquillo. A pesar de la superioridad en el músculo del Manchester, el Valencia no renunciaba a las contras, con la victoria de la Juventus en Suiza como elemento añadido de presión. No obstante, el empate también pasaba a ser un apreciable botín. Guedes volvió a rebasar la hormigonada zaga local, pero de nuevo, equivocó la elección final. En vez de chutar con la izquierda, buscó el pase atrás al punto de penalti donde no había ningún compañero. Carlos Soler, que entró de refresco, ponía picante en los centros y minutos después Fellaini sacaba bajo palos, con su leonina melena, una pelota bajo palos. Dos acciones que sirven como metáfora de la representación incompleta del Valencia.