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Gayà ya no promete

Gayà ya no promete

Tengo un poco de obsesión con Gayà. Y ya se sabe, los admiradores pueden ser los peores enemigos. El reverso de la devoción a la persecución siempre está demasiado cerca. Me pasa con el lateral que no he podido evitar pensar que su potencial prometía durante demasiados años. Hay un umbral por el que las promesas pasan de ser la mejor carta de presentación a ser la señal inequívoca del estancamiento. Gayà, tal que a los millennials, se le ha llamado joven durante demasiado tiempo. De ahí la necesidad de escapar de su propia trampa. Ya se le había pasado el tiempo de prometer y de ser joven valor.

Contradicciones. Las semanas renqueantes de septiembre para el Valencia han resultado las más importantes para Gayà. Su confirmación como jugador de la Selección -la sucesión invisible en la saga de laterales izquierdos que rompieron en Mestalla- y el paso adelante en el juego con su equipo.

En Old Trafford, además de una voluntad generalizada por imponer el ritmo propio -los próximos partidos, hoy mismo, señalarán si fue una mejora pasajera o estructural-, Gayà tomó una suerte de confirmación. Su liderazgo transforma. Hace al grupo más aguerrido detrás y le da mayor vuelo al ataque. Estado de forma, momento puntual? o el verdadero salto de una joya en vías de desarrollo al escalón de adulto del fútbol.

Gayà ya no promete. Por fin. Ya no hay que ser optimista empedernido para juzgarlo por encima de su rendimiento. Resulta trascendental porque la diferencia entre un Gayà medianito, cargado de buenas intenciones, respecto al lateral a toda potencia, es también la diferencia entre un Valencia acomodado en sus propios anhelos o uno exigente consigo mismo.

Podríamos dar por bueno al Gayà irregular o al Guedes bien incisivo, pero eso supondrá obtener un Valencia a medias. El lateral comienza a demostrar que puede ser uno los mejores de España y a Guedes hay que reclamarle que convierta en puntos sus arrancadas. Hay motivos.

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