Cansado de esperar a los fichajes, Marcelino volvió a confiar en la vieja guardia, los jugadores de la pasada campaña, los que le sacaron las castañas del fuego en el primer curso. Y sí, respondieron: son gente fiable.

A partir de un Carlos Soler excelso, el Valencia hizo vibrar Mestalla desde el primer minuto al último. En un exceso de celo, el linier ya le había mal anulado un gol a Rodrigo por fuera de juego antes de que el hispano-brasileño se inventara la primera fantasía: un regate de espaldas, dejando pasar el balón por encima del lateral Benito, para servir al espacio a Carlos Soler, a quien tampoco le faltó clase: tic, elevó muy suave y cruzado el balón fuera del alcance de Von Ballmoos. Golpeó en el poste y lo remachó Mina. Dos sutilezas y un martillo. Así fue el VCF del pasado curso, así quiere volver a serlo.

El árbitro rumano desquició a Mestalla por incompetente: permitió una dureza inusitada de los suizos, entradas por detrás interrumpiendo jugadas de gol sin tarjeta. Tras una falta no pitada sobre Coquelin, llegó el gol del empate de Assané.

El Valencia reaccionó con orgullo y calidad. Todo eso lo reúne Carlos Soler. Su centro enroscado justo al hueco entre el portero y los centrales lo cazó Mina con su voracidad habitual: metió la planta de la bota derecha.

Ahí estaban ellos, Mina, Soler, Rodrigo y Kondogbia, los chicos que volaron el año pasado, tirando otra vez del equipo, con Guedes más apagado tras su gran esfuerzo ante el Girona.

El único de los refuerzos en el campo fue Wass. Al danés, suelto en ataque, participando en el segundo gol, sufrió en defensa: le ganaban la espalda con facilidad. A los suizos les sobraron patadas (25 faltas), pero no les faltó descaro para atacar. La mano del gallego Seoane.

El tercer gol del VCF fue una belleza de Carlos Soler: su dejada de espuela a Rodrigo, la pared de este al espacio y la entrada en diagonal del valenciano. Mina le marcó el pase al centro, pero el gallego había arrastrado a los defensas y Soler tuvo pista libre para cruzar a gol el balón.

El VCF controló el último cuarto, Marcelino dio descanso a Mina (¡qué ovación se llevó!), a Guedes y a Kondgobia, la afición recibió de uñas a Gameiro (a quien relacionan con la sequía), pero fueron buenos minutos para Ferran Torres y para todos.

El VCF recuperó el pulso y Mestalla el orgullo de este equipo.