Jan Gerrit Stoeten Pérez, centrocampista andaluz de 32 años, es de esos tipos que explican la realidad del fútbol underground, el de Segunda B y Tercera, con contratos cortos no siempre bien pagados y experiencias breves repartidas por estadios municipales de toda la península. Cada año, un equipo. Fuengirola, Mérida, Cerro de Reyes, Torremolinos, Estepona, San Fernando, El Palo y un largo etcétera antes de acabar en la Almozara, el humilde campo del CD Ebro. Temporeros sin representante ni followers, movidos por una pasión que no necesita de recompensa económica ni de reconocimiento social. Un fútbol quizá anónimo pero al que le sobra orgullo para hacer temblar el castillo de naipes que es este Valencia CF, con más de cien millones de euros de ingresos. Un disparo de Gerrit desde 25 metros, en el minuto 35, obligó a intervenir a Jaume Doménech de forma acrobática y despertaba los primeros silbidos de los valientes 23.272 espectadores que se dieron cita en Mestalla.

Con esa acción, los aficionados asumían que la triste nube negra que se ha instalado en Mestalla no se disipa ni con rivales como el conjunto aragonés, eliminado sin haber sido netamente inferior.

Antes del encuentro desesperado que aguarda contra el Sevilla, este sábado, los seguidores entraron a Mestalla con la idea de entretenerse con Kang In Lee, la perla surcoreana que le ayudase a evadirse del bucle melancólico en el que se ha convertido el año del Centenario. El nombre del habilidoso atacante de 17 años fue el único que suscitó mayores aplausos cuando fue recitado por megafonía. Por la tribuna de prensa desfilaban periodistas coreanos dispuestos para trasladar las primeras hazañas de un jugador con un seguimiento mediático increíble en su país desde que ganara siendo un niño el reality show que le llevó a probar suerte en Europa y aterrizar en la ciudad deportiva de Paterna.

Los regates de Kang In Lee eran la única señal de electricidad que emitía el Valencia, incapaz incluso de encajonar en su área al Ebro. El chico tenía tantas ganas de agradar que no se amilanó incluso ni con el codazo que recibió de Tirado, en los primeros compases, y que le hizo sangrar por la nariz. Sus compañeros buscaban siempre sus incursiones por la izquierda antes que las de Ferran Torres, ensombrecido ante las pocas oportunidades ofrecidas por Marcelino. Despertó al final.

La bronca con la que se iba el equipo al descanso, con la sospecha de que ni incluso la eliminatoria parecía cerrada, era un aviso que sonaba a sentencia para varios de los jugadores, como Batshuayi y Gameiro principalmente, símbolos inequívocos de la errada política de fichajes que ha desinflado el proyecto justo cuando se esperaba su despegue europeo. Una conexión entre Toni Lato, que mandó un centro perfecto, y Batshuayi sirvió para lograr el primer gol y para acabar con una intriga gratuita. Un gol que es vitamina anímica para ambos jugadores, en su momento más bajo.

Bronca a Parejo

ParejoCon el 1-0, y también con la revolucionada entrada de Cheryshev, parecía que el partido iba a tener un final ligero, más vistoso. Pero en su entrada al terreno de juego Parejo fue recibido con una pitada, replicada con algunos aplausos. El capitán, que había reunido un consenso unánime de la grada después de ocho años, vuelve a no estar bien visto. Otro signo de este tiempo de crisis.