Los 119 millones de euros invertidos por el Valencia en el pasado verano para reforzar y culminar el proyecto de un Centenario en la Liga de Campeones se está revelando como un fiasco. El equipo armado por Marcelino García Toral, a su gusto y semejanza, está varado en tierra de nadie en la clasificación, en la posición decimocuarta, con 17 puntos de 42 posibles y con solo 11 goles a favor pese a haber remodelado casi toda la zona atacante. El gran aliciente de la temporada, la Champions League, ya es pasado, al haber quedado eliminados en la quinta jornada de la fase de grupos.

Con todos estos ingredientes previos, se presenta una semana definitiva para el proyecto. El viernes, Anil Murthy presentará en la Junta de Accionistas las cuentas del club en un clima de popularidad a la baja, por los resultados del equipo y por las críticas recibidas desde algunos sectores por la promoción del Centenario. Esa será la previa del encuentro del Sevilla, toda una final en Mestalla. El conjunto sevillano está muy distanciado en puntos y es el principal rival para reeditar la clasificación para la próxima Liga de Campeones. Ni Marcelino ni el director general Mateu Alemany consideran que dicho encuentro sea una última oportunidad para luchar por la cuarta plaza, pero sí toda una final. En el espacio de una semana y media el Valencia se verá las caras tres veces con su hinchada. Mañana martes frente al CD Ebro en Copa del Rey, en un teórico trámite, la finalísima contra el Sevilla, y el miércoles 12 frente al Manchester United, un partido frustrante como supone medirse en un duelo europeo a un histórico rival pero sin emoción clasificatoria alguna. En juego, los 2'7 millones de euros por victoria que concede la UEFA y poder ser cabeza de serie en la repesca de dieciseisavos de final de la Liga Europa.

La figura de Marcelino empieza a centrar el foco de las críticas debido a la alta responsabilidad, casi exclusiva, que ha ostentado en la planificación del proyecto. Tanto en los fichajes, en los que se han priorizado decisiones personales como la salida de Simone Zaza, idolatrado por la grada y por sus compañeros, y su influencia para que en otras áreas del club, como la dirección deportiva o los servicios médicos, se haya incorporado a gente de su confianza.

Marcelino sufre en estos momentos las consecuencias de haber asumido un protagonismo amplio. El contexto en el que el técnico llegó al Valencia, en junio de 2017, era el de un club en clara debilidad institucional tras dos años muy críticos y con una ausencia total de referentes. Un vacío que Marcelino llenó con carácter y las ideas claras de su ideario futbolístico. Era el perfil idóneo para levantar un proyecto desde la nada. Su primera campaña resultó ser un éxito, con una cuarta plaza que reforzó su posición y le dejó el terreno limpio para hacer y deshacer casi sin ningún contrapeso interno.

Los fichajes de momento no han mejorado el nivel, sino que lo han empobrecido. Guedes no ha despegado como fichaje estrella (40 millones más bonus) por sus problemas físicos, ni Gameiro (20 millones) ni Batshuayi (3 millones por su cesión) han hecho olvidar a Zaza, Kondogbia (25 millones) ha bajado su nivel, Diakhaby (15 millones) es más un central de futuro que una baza de presente, Racic (2'2 millones) juega en el Mestalla, y Piccini (8 millones) no ha mejorado a Montoya y ha sido superado por Wass (6 millones), que a pesar de sus limitaciones defensivas es una de las incorporaciones que mejor está cumpliendo. Un gasto generoso para un año, de momento, mediocre.