De tu equipo esperas siempre que gane. Esa es la aspiración, el anhelo. Otra cosa es qué debes exigirle. Y el mandato irrenunciable hacia tu equipo es que te represente. La imagen de la temporada del Centenario no presenta indicios de ser la de un Valencia levantando al cielo un título (aunque quedan medio año de redención en Copa y Europa). Pero la celebración del gol de Piccini, el segundo gol desesperado seguido en Mestalla tras el cabezazo de Diakhaby frente al Sevilla, habla de un equipo unido y rebelde, que no se resigna ante cuatro meses de reveses, indisimulables defectos propios y una penosa puntería. Entre el trotecito apático de Nani hace dos campañas cuando era retirado por Voro en el Bernabéu, con el Valencia perdiendo 1-0, o la guerra de egos que se desató en los jugadores del Real Madrid para celebrar su última Champions, está la rabiosa celebración de José Luis Gayà ayer. «Carajooo!!! Sufrimos como perros, hostia !!! Dale!!!» gritaba el lateral de Pedreguer, mientras Mestalla se dividía entre aplausos y reproches.

Gayà, el capitán sin brazalete, había arrancado décimas al cronómetro para sacar rápido el fuera de banda que acabó con el zurdazo liberador de Piccini y aferrarse al milagro de vencer al colista. Con el gol acabó tumbado en el suelo. No era un gesto de cara a la galería. Con molestias físicas toda la temporada, cayó igual de exhausto al césped en la última jugada del partido ante el Leganés, tras marcar minutos antes el gol del empate, o cuando mandó el último centro para intentar desatascar otra igualada contra el Celta. El lateral que mandaba callar a Romelu Lukaku en Old Trafford simboliza el compromiso callado de una escuadra que no ha dejado de trabajar, pese a no salirle nada, hasta el minuto 93 de casi cada encuentro. «Este equipo lo está pasando mal porque no deja de intentarlo y no ve el premio», recita casi de memoria Marcelino en cada rueda de prensa. Una confesión que también se reconoce en privado desde el entorno más próximo al equipo.

La perseverancia del equipo es la determinación de un cuerpo técnico al que se le puede criticar la errónea planificación de algunos fichajes o la obcecación cuadriculada en un solo dibujo táctico, pero que trabaja cada día con una obsesiva atención al más mínimo detalle. La reacción lógica después de la agónica victoria fue la división de opiniones, por el disgusto de temporada que se arrastra. Hoy, en una lectura relajada, quedan las seis posiciones que de golpe subió el Valencia ayer. Algunas remontadas se han construido apoyadas en un primer triunfo pírrico. También se pensaba lo mismo tras los triunfos en Anoeta o el Coliseum. El 2019 se resolverá la incógnita. La única verdad, como comprueba la foto rabiosa de la celebración de Piccini, es que late un equipo que empata y sufre, que no gana todo lo que debe, pero que siempre lo hace unido.