El fichaje de Chicharito Hernández por el Valencia CF es la historia de un viejo amor que se ha resistido nueve años. Es el tercer intento del club de Mestalla para comprar al delantero mexicano, ahora de 30 años y en las filas del West Ham. En la primera ocasión tenía 22 años y su llegada se acarició con los dedos después de un cuidadoso seguimiento y negociaciones sigilosas entre diciembre de 2009 y mayo de 2010. Solo la irrupción decidida del Manchester United, en un contexto de venta compulsiva de las estrellas del Valencia CF para reducir deuda, evitó un fichaje de altura.

En las sesiones rutinarias de vídeos, a Fernando Gómez le llama la atención el goleador que empieza a despuntar en el Chivas de Guadalajara. No es aún internacional, pero le impresiona su porte atlético y su zancada. Javier Hernández, así se llama, corre ligero, es hábil en el desmarque y a pesar de no ser especialmente alto, tiene un gran remate de cabeza. Es uno de esos futbolistas listos que sabe camuflar sus defectos, como su juego de espaldas.

Chicharito aprueba el visionado audiovisual y tras los primeros contactos informales, Javi Garrido, miembro de la secretaría técnica, se desplaza a San Francisco para verle en directo. México juega sin internacionales de ligas europeas frente a Bolivia. Chicharito debuta con el Tri jugando 45 minutos, en los que marca dos goles y entrega dos asistencias. Garrido amplía su seguimiento y asiste al siguiente duelo, en Guadalajara, entre el equipo local y el San Luis. Chicharito da otra asistencia y provoca el penalti del 2-0 definitivo. Su potencial competitivo no alberga dudas y tampoco en el plano personal. A Fernando y a Garrido les causa una grata impresión el chico. Cabal, con estudios universitarios, un perfecto inglés y una ambición como deportista que anida en sus genes. Chicharito es nieto de Tomás Balcázar, jugador del Guadalajara entre 1948 y 1958, y es hijo de Javier Hernández Gutiérrez, alias el Chícharo, carismático futbolista del Tecos de la UAG y el Puebla entre 1981 y 1999. Los tres delanteros, los tres internacionales, los tres representantes de una de esas contadas sagas legendarias de jugadores, como los Maldini y los Marcos Alonso.

En València se da por segura la venta de David Villa y David Silva en la víspera del Mundial 2010 con el objetivo de paliar parte de la deuda de 550 millones. Se necesitan sustitutos y el el momento es el perfecto para atacar el fichaje de Chicharito. Fernando habla su padre, que aprecia el interés del club de Mestalla, pero al mismo tiempo advierte de una contingencia considerable. El Manchester United de sir Alex Ferguson ha planteado al Chivas una oferta de 14 millones de dólares. El Valencia CF se encuentra en plena regularización tecnócrata en la era Manuel Llorente, que traslada una misión clara. El precio de los delanteros que deban suplir a las estrellas se debe mover entre 6 y 8 millones de euros (Villa y Silva se marcharon ese verano por un montante total de 72 millones). Competir con esas condiciones y ante semejante concurrencia, con el millonario United, se antojaba inviable.

Chicharito acuerda su fichaje con el club de Old Trafford, aunque el Valencia se mantuvo vigilante hasta el último instante. Tanto es así que en mayo de 2010 al Valencia le llega la noticia de que la venta se retrasa ante las dificultades burocráticas de que Chicharito obtenga el permiso de trabajo por parte de las autoridades británicas. La noticia le llega a Fernando en Montpellier, antes de una cena para fichar a Tino Costa. Desde el aparcamiento del restaurante, se realiza un desesperado último intento. «Seguimos interesados», es el mensaje. Pero el jugador ya había dado su palabra a los Diablos Rojos.

Tres años después, Amadeo Salvo intentó traerlo al Valencia como cedido, en una operación deportiva pero también comercial, al querer unirlos con Andrés Guardado y Gio Dos Santos (que marchó al Villarreal) y abrir así el club al populoso mercado latinoamericano.