Marcelino se tambalea. Ni el regreso a su casa es un consuelo salvador para el técnico. Tal es la velocidad de la caída libre del Valencia. A pesar de militar en Segunda y alinear suplentes, el Sporting evidenció que la crisis de los valencianistas es honda y que requiere de cirugía invasiva, ya sea en forma de fichajes o relevo en el banquillo. El Valencia, tembloroso y tomado por las dudas, cayó derrotado con justicia y, aunque queda la vuelta para remediarlo, el proyecto volvió a quedar retratado. El Valladolid, próximo rival en la caldera de Mestalla, puede dictar sentencia.

La innata capacidad de este Valencia para cocinarse sus propios líos volteó un partido que los visitantes controlaban con el virtuosismo de Kang In Lee. En la gélida noche gijonesa, a seis grados pegados a la humedad del Atlántico, el surcoreano dominaba la escena con ruletas, pases de pecho, conducciones poderosas y cambios de ritmo que pillaban a contrapié al colegiado Undiano Mallenco. El mediapunta asiático es atrevimiento y alegría en un tiempo de neurosis. Por su pasillo se asoció con Gameiro y Gayà, que parecían volver a sonreír.

Al menos Kang In Lee hacía olvidar la pifia que al minuto de juego perpetraba Batshuayi. Una mala cesión de Babin le dejó solo ante Dani Martín, pero se enmarañó él solo en el intento de regate. Como en Bilbao, como en Vitoria. Mientras que Gameiro trató de tejer juego entre líneas, el delantero cedido por el Chelsea selló ayer su billete de salida. Marcelino lo liquidó al descanso cambiándolo por Rodrigo.

Gayà perdonaba el 0-1 pero la noche parecía tranquila, a excepción de la poca contundencia para despejar algunos centros laterales del Sporting. Fue una señal premonitoria cuando André Sousa, en el 34, dejó en evidencia a Vezo en una carrera y su centro fue remachado a placer por Javi Noblejas. El Molinón, estadio de poso gigante, que canta con furia «¡Ahora, ahora, ahora Quini ahora!», coreaba olés.

Fueron instantes de caos en los que a Marcelino se le veía menos gestual en el área técnica, como resignado. Hasta que en tiempo de descuento Parejo golpeó desde la frontal un disparo rebotado en el larguero y cazado en el rechace por Gameiro. El asistente anuló en primera instancia la jugada por fuera de juego, pero el VAR comprobó que la posición del galo era legal. El Molinón protestó, no tanto por la crueldad de la tecnología sino porque la jugada vino de un balón rebotado en Undiano Mallenco.

Del paso por vestuarios emergió un Sporting dominador, que rebasaba sin dificultades una medular que Soler, aclimatado al destierro en la banda, ahora extraña. Jaume retrasó el segundo gol, pero nada pudo hacer en el 78 en el centro lateral rematado por Blackman. Piccini tuvo el empate con un cabezazo, pero ni los milagros del italiano aplacan ya este hundimiento.