Los 35.000 espectadores que llenaron anoche el Nepstadion de Budapest se rindieron a la evidencia. El público húngaro, con su sabio paladar futbolístico, despidió a un Valencia apoteósico con una cerrada ovación. Acababan de asistir a una portentosa exhibición futbolística, a cuatro grados bajo cero, con el césped helado y una ventisca que calaba los huesos, del equipo de Mestalla, que jugará su primera final europea después de golear al MTK de Budapest por 3-7. Ya fuera en italiano, en francés o en el universal lenguaje de la mímica, los seguidores magiares resaltaban a los enviados especiales su admiración: «Grande squadra», «Mejor que el Madrid». Los valencianistas, con tres goles del «Palomo» Héctor Núñez, y otros, a pares, de Guillot y Waldo, jugarán la finalísima de la Copa de Ferias imbatidos, marcando goles con la elegancia rítmica del Danubio Azul de Johann Strauss.
La eliminatoria ante el conjunto controlado por la policía secreta del régimen comunista húngaro estaba muy decantada, tras el 3-0 de Mestalla. Pero quedaba la rúbrica, una de las más perfeccionistas en los 43 años de vida de este club. Y miren que había por donde elegir. La final del 54, con el 3-0 ante el Barcelona. O este mismo año, el 1-5 en City Ground frente al Nottingham Forest, con aquel tortuoso vuelo de regreso en la que los blancos rindieron ofrenda a la Geperudeta por evitar el idéntico desenlace del Gran Torino y el Manchester de Busby. O la resistencia en el Meazza frente al Inter de Helenio Herrera y Luisito Suárez, que provocó que el convoy de regreso a València fuera interrumpido en cada población, siendo agasajado con cestas de naranjas y besos.
Un prolegómeno de la fiesta que les espera hoy en la ciudad. El club ha fletado un servicio gratuito de autobuses a sus aficionados para el recibimiento a sus ídolos en el aeropuerto de Manises. Espera en la final el Barcelona, que eliminó ayer al Estrella Roja. Es el último obstáculo para que los laureles del Valencia alcancen talla continental.
