Hay jugadores que con 18 años ya conocen su oficio. Ferran Torres es uno de esos futbolistas. Su aparición en Balaídos iluminó al Valencia en su momento más bajo, y por segundo partido consecutivo. El jugador de Foios igualó un partido que asomaba al equipo de Marcelino al precipicio y aportó aire y lucidez para acabar remontando con un tanto de Rodrigo. Un triunfo crucial de tremenda repercusión clasificatoria, que deja a los blanquinegros a las puertas de Europa.

En la gélida noche viguesa, ver a Iago Aspas vestido de paisano, entregando un premio a una veterana socia del club local, era todo un signo tranquilizador. Sin el delantero moañés, el Celta pierde gran parte de su identidad y jugadores como Maxi y Pione Sisto se reducen a buenas individualidades sin tanto magnetismo. El Valencia tuvo la intención desde el primer instante coger el mando, y a los dos minutos Coquelin era el primero en probar un disparo desde la frontal.

Parejo y Lobotka se disputaban el catalejo para dominar el centro del campo, una zona con mucho tráfico trabado, que en apenas 10 minutos ya contabilizaba media docena de faltas. Era un partido en el que daba la sensación que, a poco que el Valencia achuchase, el Celta se iba a consumir en sus propios temblores, en unas dudas muy visibles, con Maxi Gómez rectificando a su entrenador, el portugués Cardoso, pidiéndole que tirase al equipo más hacia arriba. El Valencia encontró el carril liberado de Cheryshev, que en los minutos 12 y 22 conectó con Rodrigo, de nuevo errático en la definición. El mejor provecho del hispano-brasileño se vería cuando se movió más como segundo punta (su demarcación original), girándose con buenos controles orientados y entregando balones francos a sus compañeros. Primero en contragolpe hacia Santi Mina, que se aturulló para perfilar el disparo, finalmente forzado. El rechace lo cazó Rodrigo, pero su chut volvió a salir rebotado. En cada aparición de Mina, se reproducían los silbidos. Hay amargura en cada regreso del atacante a Balaídos. Con tres ex celtiñas en el Valencia, su adiós fue sin duda el que más dolió en la ciudad. Ni Rodrigo ni Wass tenían tanta raigambre. Parejo gobernaba y de nuevo Rodrigo vio la aparición en el vértice del área de Carlos Soler. Como extremo no le abundan esa clase de oportunidades al canterano, que disparó con mucha decisión e obligó a Rubén Blanco a volar hacia el palo largo, evitando a mano cambiada el 0-1.

El Valencia acunaba el juego con bastante comodidad, pero solía fallar en la elección del último pase y regalaba al Celta aire. Pione Sisto, un jugador que siempre se le atraganta al Valencia en cada confrontación, dibujó un par de sus zigzagueantes diagonales para probar a Neto. En el 38 el meta brasileño exhibió reflejos para despejar un intento a quemarropa de Boufal, después de una pérdida de Coquelin, que no controló un pase temerario en la salida de la jugada de Piccini. En el córner posterior Neto, segundos antes primoroso, dudó en la salida y el cabezazo casi con la nuca de Araujo (que ganó en el salto a Coquelin) acabó en gol.

El castigo, quizá por la reincidencia de no haber concretado su dominio, agrietó al Valencia, convertido en un manojo de nervios. González González amonestó a Soler y Paulista y expulsó al preparador Ismael Fernández por protestas. Todo sucedió en dos minutos. Parejo detuvo la descomposición con un buen golpe franco, demasiado centrado, que se sacó de encima Rubén Blanco. El saque de esquina siguiente, de pizarra, acabó con un cabezazo tibio de Mina, en situación inmejorable.

Con dos equipos convalecientes de su propia crisis, el guión del partido iba cambiando en rachas descontroladas de ánimo. Pasto para un fútbol trufado de imprecisiones. El Valencia volvió de los vestuarios más agresivo, con la idea de presionar en campo rival, asumiendo el riesgo de los posibles contragolpes del rival. El partido avanzaba hacia su desenlace sin que el Valencia mostrase apenas peligro, másallá de un testarazo de Garay y de las constantes propuestas de Parejo que no encontraban un socio que le acompañase.

Marcelino movió el banquillo más pronto de lo que en él es habitual y lo hizo, además, con un doble cambio. Entraron Ferran Torres y Gameiro por Carlos Soler (que era de los más fiables) y Cheryshev. Rodrigo pasaba a jugar por la izquierda.

Liberado después de su formidable segunda parte frente al Sporting, Ferran salió al campo en modo arrollador. Minuto 71. Abrió Parejo a la izquierda, Gayà mandó su clásica rosquita hacia el segundo palo. Ferran recogió el débil rechace de la zaga, con un cumplimiento escrupuloso de los cánones clásicos. Control de pecho y empeine a la escuadra. Golazo.

El tanto desmelenó al Valencia, decidido y también vistoso para trenzar juego. Rubén Blanco se lucía en cabezazos de Garay, imperial en los duelos por alto. Pero nada pudo hacer el cancerbero vigués en el balón que Gameiro sirvió a placer para que Rodrigo voltease el marcador. Un gol crucial, por el triunfo, por la trascendencia clasificatoria, por la autoestima recobrada. El Valencia despega.