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Querido mestallero...

Querido mestallero...

Querido mestallero que estás en las gradas como en las avenidas, guárdate de celebrar con el entusiasmo de una machada imprevista, con el éxtasis de un año maldito endulzado con arrancadas de coraje. Atiende a las palabras del evangelista del sur, contén tu gracia y, cuando tu equipo vuelva a pasar remontando dos goles al límite del tiempo, sal del estadio calmado, un poco circunspecto, contestando con un 'sí, bueno, no ha estado mal, pero tampoco ha sido para tanto'.

Recuerda, también, antes de armar tamaña algarabía, consultar por sede electrónica si los observadores internacionales consienten la celebración; no olvides pedirles que establezcan la calificación en su escala de Richter de la emoción ajena. Ya pecaste en anteriores ocasiones. Esta temporada mismamente, cuando aclamaste la expulsión de Cristiano Ronaldo en lugar de someterte a la genuflexión y pedirle un autógrafo tal que si saliera de aceptar cargos por fraude fiscal. Incluso rebasaste la mesura al celebrar el gol de Piccini, una victoria ante el Huesca tuneada de gesta.

No hay quien te entienda, querido mestallero, cuando el equipo ganó la última copa apenas lo celebraste en las calles, ni tan siquiera los jugadores salieron al balcón. ¡Si también era contra el Getafe! Desaprovechaste la ocasión, porque entonces sí el policía moral Machín hubiera consentido tanta jarana.

Es por tu bien. No creas al entrenador ni al puñado de jugadores que, tras el triunfo, alaban la voluntad de Mestalla para sostener la temporada pudiendo, en tantos instantes, haber dictado sentencia. Oportunistas que solo buscan la aprobación. Quienes saben bien lo que te conviene es aquel más allá de Requena.

¡Cuánto pábulo hemos dado a la interpretación de los hechos en base a la mirada ajena! ¡Qué poca cohesión propia, un lastre que permite que cualquiera pueda manosear los sentimientos de Mestalla! Una y otra vez celebrará Mestalla un pase a semis como si fuera un título. Porque no son las semis ni es el Getafe ni es la Copa. Es el reto del Valencia ante sí mismo. La misión de devolver la dignidad a un club que fue atravesado por la daga más letal.

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