El fútbol siempre ofrece una posibilidad de revancha. Al Valencia se le apareció anoche, en la fría noche de Glasgow, con casi 60.000 gargantas escocesas coreando el estribillo de «Hey Jude» antes de otra decisiva tanda de penaltis. Si hace apenas medio año, Santiago Cañizares y Mauricio Pellegrino abandonaban San Siro con la pena pintada en la cara, tras escurrirse de los dedos el tacto metálico de la Liga de Campeones frente al Bayern de Múnich desde los once metros, ayer contra el Celtic el guardameta manchego y el central argentino se erigieron como los héroes de la clasificación a octavos de final de la Copa de la UEFA. Un pase que no aplaca, sin duda, la melancolía del sueño prohibido de la Champions, pero que sí permite a los valencianistas sanar las heridas, mirar hacia adelante y reencontrarse con el lado bueno de la épica.
Cañizares fue de nuevo decisivo en la tanda y, en la muerte súbita, Pellegrino se enfrentó de nuevo a sus fantasmas. Disparó con su habitual frialdad y engañó a Douglas.
Antes de ese clímax, se vivió un encuentro entregado al límite, desde el primer minuto. El Celtic, tan timorato en la ida en Mestalla, agobió desde el inicio al equipo de Rafa Benítez con un fútbol agresivo y vertical, liderado por el temperamento de su capitán, el nordirlandés Neil Lennon, y la clase magistral de su estrella, el sueco Larsson. El Valencia respiró con un cabezazo de De los Santos y con aventuras individuales de Vicente, hasta que con un disparo cruzado antes del descanso, Larsson hizo rugir la caldera de Celtic Park, tapizada de banderas irlandesas. El inicio de la prórroga fue saludado con el canto del «You'll never walk alone» por parte de los hinchas escoceses. Carew erró una clamorosa ocasión tras una gran jugada de Sánchez. El destino parecía escrito para volver a los penaltis. Larsson, Petrov y Valgaeren fallaron sus lanzamientos. Vicente y Ayala marraron los suyos. Antes de la sentencia final de Mista, Pellegrino evitó la eliminación. Le debía el fútbol este momento al Flaco.