Con Waldo Machado da Silva, fallecido ayer a los 84 años, se va una de las gloriosas leyendas del Valencia CF. El legado goleador del delantero brasileño, autor de 160 goles y 63 asistencias en 296 partidos oficiales, solo puede ser discutido por contados mitos. Solo por detrás de Mundo Suárez, Waldo es el segundo máximo goleador de toda la historia del club, superando a figuras como Mario Kempes, y con 31 goles, sigue siendo el máximo artillero continental del Valencia. Ligado para siempre a València desde su fichaje en 1961, Waldo falleció ayer a causa del Alzheimer en la residencia en la que vivía tutelado por la Asociación de Futbolistas del Valencia.

Si un fallecimiento, el del joven futbolista Luis Bonora en 1918, desembocó en la fundación del Valencia FC, otra muerte trágica, la del delantero brasileño Walter Marciano de Queroiz en accidente de tráfico en la carretera de El Saler en 1961 acabaría significando la llegada de Waldo como el goleador que cambiaría la historia del Valencia en aquella década. Waldo, de 26 años, deslumbró con el Fluminense en la visita a Mestalla en el partido de homenaje a Walter.

Marcó dos de los tres goles de su equipo en un tenso amistoso y dejó enamorada a la hinchada y a la directiva del club. Como sucedió en los 50 con el fichaje de Faas Wilkes tras brillar en un amistoso en Mestalla con el Torino, el Valencia abordó con urgencia la contratación de Waldo.

De inmediato, Waldo acreditó la fama que le precedía en el Brasil de los Pelé, Didí, Garrincha y Zagalo, con los que compartió selección. Confirmó su depredadora capacidad goleadora, con un repertorio asombroso de remates y con una potencia en el disparo letal. A las pocas semanas de su llegada, en noviembre de 1961, asestó cuatro goles al Barcelona. En aquel Valencia de los Roberto Gil, Paquito, Héctor Núñez y su inseparable compañero de ataque Guillot, fue la gran estrella del equipo que conquistó Europa con las Copas de Feria de 1962, 1963 y que fue finalista en 1964. Su plenitud goleadora la alcanzó ya entrado en la treintena, en 1967, con 24 goles en 30 jornadas que le valieron ser el máximo goleador del campeonato con un Valencia que ganaría aquel año la Copa.

En 1970, después de una década fulgurante, dejó con 37 años un club al que su nuevo entrenador, Alfredo di Stéfano, quería refrescar generacionalmente. Waldo, cuyo hermano Wanderley fue el héroe del ascenso del Levante UD a Primera en 1963, se afincó en València. Dirigió y bautizó con su nombre una escuela de fútbol en Torrent, y también fue entrenador formativo en San Marcelino, Benimar, Crack's y el propio Valencia. Junto a Guillot, abrió el bar Walgui y no dudó en volcarse con el colectiva peñista. Su huella futbolística es tan profunda como su humanidad, grande y discreta. El club del murciélago debe volcar el festejo del inminente Centenario en un homenaje que no tuvo en vida un delantero con el que no se entendería la dimensión internacional de la entidad.