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Un club con motivos

Un club con motivos

La cultura de club debe ser esto y no todo lo que pontificamos sobre ella. A punto de pasar de la medianoche y entrar en la primera cita de los 100 años (el acta de constitución), un equipo encaramado a un balcón ante su militancia celebrando su primer paso a una final en toda la década, un entrenador a punto de caerse y un capitán levantando la camiseta de Waldo Machado, icono de época (de todas) convertido desde ahora en una especie de talismán. Sacar su camiseta para espantar los miedos.

Empeñados en la fustigación propia, esa noche del jueves sublima muchas de las cosas que desea una entidad para sí misma. Me pasó que el partido me pareció un entremedio de lo verdaderamente importante: la previa, esa demostración de deseo y congregación; y la celebración, donde exhalar alivio. A falta de nuevas sorpresas, el verdadero acto colectivo del año de los 100 años. Porque más relevante que el partido fue la representación de nosotros mismos. El partido era la validación para que el resto pudiera suceder. Y sucedió con el rugido de una afición que, ante quien le ofrece alicientes, está dispuesta a empujar como por primera vez.

Parejo con la camiseta de Waldo. Un gesto casual, una foto preparada€ qué más da. A su lado Rodrigo, que hizo lo propio con la peluca de Bonico Ortí, y Jaume, que en su boca siempre tiene el relato del club. «Els millors jugadors són aquells que saben on estan», recordaba Chilet parafraseando a Tardor. Y esa continuidad entre períodos históricos, iconografía mediante, está definiendo la nueva personalización del club (por más que la dirigencia esté a otra cosa).

Creo que es un buen momento para el Valencia. Repleto de lagunas, acribillado a limitaciones, pero con un voluntarismo grupal como hace mucho tiempo, obrado por Marcelino, con un resultado tan fiel a él: bloqueado muchas veces, persistente pase lo que pase. Por eso merecía un extra de comprensión y por eso la final, más que un reconocimiento, es una certificación para el proyecto.

Parejo se abrazó a Marcelino. O al revés. Ya nos gustaría que quien más nos quiere nos abrazara así. Fue la ejemplificación de una conjura. Ambos están llenos de debilidades, pero creyeron en un propósito que ha arrastrado al resto.

Es un momento para aprovechar y no para cobrarse víctimas como justicieros cualquiera. Sí, ya sabemos que tú defendiste a Marcelino, sostuviste a Parejo, creíste siempre en Rodrigo, jamás cuestionaste a Jaume y celebraste a Roncaglia a su llegada. El resto no, o no tanto. Es el instante, por fin, para hacer futuro.

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