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TRIBUNA

Control de egos en el valencianismo

Nadie de la primera plantilla acompaña una marcha popular llena de energía y de exjugadores

Control de egos en el valencianismo

Fiel a la tradición de llegar tarde a todas partes, alcancé a la marcha cívica valencianista en el puente de La Exposición. Un tipo repartía banderitas del Centenario y unos hinchas ¡canadienses! cerraban la cola de la manifestación. El principio prometía.

Me asaltó la corriente de energía y me recordó los Juegos Olímpicos de 2000 por las calles de Sidney. La misma alegría de las gentes con una ilusión colectiva. La de miles de valencianistas en representación de las decenas de generaciones que se remontan al nacimiento del club el 18 de marzo de 1919.

Brillaron los ojos de Kempes, Piojo, Claramunt, Arias,Juan Sánchez, Voro, Giner, Roberto Gil y Antón, entre otros exfutbolistas, al reconocer el agradecimiento y las emociones de los seguidores por todos aquellos buenos y malos momentos. Los héroes quisiéramos que no envejecieran nunca.

Entre los exjugadores hubo dos ausencias muy significativas por su enorme peso en la historia de la entidad: Fernando Gómez Colomer y David Albelda.

La marcha resultó popular y espontánea, respetuosa con las figuras de otros tiempos, cada uno manifestando su militancia como le venía en gana. Siempre atento a los símbolos, Pep González lució la camiseta con cordones en el cuello, réplica de la fundacional. El entusiasmo juvenil de José Carlos Ruiz mezcló siempre bien con la caballerosidad de Vicente Montesinos, orgulloso del valencianismo heredado de sus padres y legado a sus queridos hijos y nietos. Todo el siglo del VCF late en su corazón. Experto en George Simenon, Miquel Nadal prefiere contagiarle a su hijo Nacho su pasión por los orígenes de Mestalla.

La barba de senador romano de Paco Lloret tronó desde el púlpito en el kilómetro cero dando la voz a los descendientes de los fundadores del VFC. A Paco le cabe todo el Valencia en la cabeza.

La presencia de los niños y las niñas de la escuela de Paterna se agradeció junto al discreto segundo plano de todos los chavales del Mestalla, el reciente recuperado goleador Sito entre ellos, organizados por su entrenador, Chema Sanz, el único capaz de salvar la temporada. También se apuntó el psicólogo del equipo, Emilio Ibáñez, fino interior izquierdo, fugaz exfutbolista del VCF.

«Es muy importante controlar el ego», compartí con Rafa Lahuerta, pertrechado con su bandera de la final de Heysel, la Recopa conquistada al Arsenal en la capital belga en 1980. A esa final Rafa acudió con su padre y la tiene grabada a fuego. Su libro «La Balada del Bar Torino» es un clásico moderno.

Llegamos a la meta del antiguo Bar Torino, origen del club, en la plaza del Ayuntamiento, y nadie de la primera plantilla se ha dignado a sumarse a la comitiva. Solo entonces se incorporan Marcelino y Jaume Doménech. Después acuden todos a la recepción oficial en el Ayuntamiento.

No hay partido a la vista hasta dentro de dos semanas (salvo para los internacionales) y tampoco entrenamientos ineludibles. Es una marcha popular en 100 años. Y presidida por el más grande entre los grandes: Mario Kempes, con 64 años y un triple by-pass. Es incomprensible la ausencia de al menos una representación de los chicos de Marcelino. El fútbol es de la gente.

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