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La genialidad de Pasarín costó la liga

La Liga de la temporada 47-48 quizá fue la más problemática de la década

La genialidad de Pasarín costó la liga

La Liga de la temporada 47-48 quizá fue la más problemática de la década. Esta vez no hubo necesidad de recurrir al teléfono para comprobar qué equipo había sido campeón. El Valencia ganó en la última jornada de la campaña anterior y en esta el Barcelona se hizo con el título gracias a los errores valencianistas en el encuentro decisivo. Iba el Valencia como un tiro a ganar otra vez. En la jornada catorce era líder con 21 puntos. Todos los pronósticos estaban a su favor porque había llegado a la fase final y de los ocho puntos posibles había sumado siete. En la penúltima cita recibía en Mestalla al Barcelona, gran equipo, pero que no había podido ganar a los valencianista en Les Corts. El empate daba ventaja del gol average si se vencía.

Estaba Mestalla preparado para celebrar nueva victoria. Estaba la clasificación a mano. A esa cita se llegaba con 34 puntos, uno más que los azulgrana, pero el inefable Pasarín hizo una alineación que solamente un enemigo podía desear. Hizo todo lo contrario que mandan los manuales menos exigentes. Colocó a un extremo derecha, Epi, en la izquierda y al zurdo Seguí en la derecha. Tal vez podría afirmarse que Pasarín fue pionero en lo de jugar a pierna cambiada. El entrenador valencianista se mantuvo en sus trece y hasta el final persistió en alineaciones casi incomprensibles.A la tarde decisiva llegó el Valencia con la moral de los últimos tres triunfos consecutivos ante Oviedo, Alcoyano y Gimnástico de Tarragona, además del empate en Chamartín frente al Real Madrid, con diana de Amadeo, que llevaba casi en volandas hacia la renovación del título liguero. El equipo, que había llegado a tener cinco puntos de ventaja en la jornada decimoctava, se la tuvo que jugar en casa aunque tenía un punto más que el Barcelona. La victoria de cualquiera de los dos significaba prácticamente el triunfo final y ocurrió lo inesperado. En el día más importante su sucedió lo sorprendente. La derrota por 1-3 tuvo como consecuencia la depresión. Hasta el punto de que en el último partido, en Vigo, perdió con el Celta por 5-2, tarde en la que se salvaron Asensi e Igoa por sus goles. Fue peor que las tres derrotas consecutivas en finales de Copa.

Pasarín, para dirigir el juego, colocó a Javier Rubio, joven e inexperto al que el Valencia había fichado del CIFESA de Madrid, casi su equipo filial, club de Tercera patrocinado por la familia cinematográfica Casanova. Antes había llegado Luis Díaz. Rubio no estaba preparado para tal responsabilidad y el equipo lo acusó. Mestalla se había dividido entre Mundo y Morera, uno más de los duelos casi inventados por la grada. Morera era mejor jugador, más técnico, con mejores conceptos futbolísticos, y Mundo estaba más acreditado como certero rematador. Sin embargo, en esta temporada Morera disputó catorce partidos y se anotó nueve goles y Mundo, en once, hizo seis. En esta ocasión jugó el de Silla no se lució ante Velasco, guardameta barcelonista. Solamente le batió Igoa, autor del tanto que hizo el empate a uno. Por delante, Seguer había burlado a Eizaguirre. César, el hombre que años después hizo grande al Elche, hizo lo propios con el cancerbero valencianista y finalmente puso el tercer tanto en el marcador barcelonés el castellonense Manolo Badenes, otro delantero valenciano que no tuvo fortuna como azulgrana como registró la historia con el propio Badenes, Basilio y Morera. Más recientemente padeció similar síndrome Paco Alcácer.

Aquella tarde se esfumó el titulo que habría sido el justo premio a la campaña anterior y las aportaciones a la historia de la década de los cuarenta tanto en Liga como en Copa. No obstante, la temporada tuvo el final que se pudo presagiar desde el comienzo. Antes de que se jugara el primer partido, en las oficinas el Club se vivió la etapa más incierta que cabía esperar.

Eizaguirre, Epi e Igoa, se plantaron a la hora de empezar la temporada porque exigieron mejores salarios. Los tres pedían el aumento que consideraban haber merecido. La tensión fue tal que en la primera jornada solamente jugó Silvestre Igoa. Eizaguirre no lo hizo hasta la tercera y Epifanio Berridi aceptó participar en la cuarta. Probablemente este fue el hecho que quizá acabó siendo determinante para que Epi no continuara en el club una campaña más y en la 50-51 ya no figuraron en nómina Eizaguirre e Igoa.

Iñaqui no fue el único responsable de la derrota ante el Barça aunque su actuación siempre se dijo que había sido la peor de su carrera deportiva. Por entonces, Luis Colina ya estaba preparando el relevo. Llegó Bienvenido Primo y en la siguiente ya tuvo que disputarse la titularidad con Antonio Pérez, el nulense cuya historia está más allá del fútbol. Quizá sea la biografía más novelesca de cuantos futbolistas han vivido Mestalla.

La nota más sorprendente de aquél año fue la actuación del Real Madrid. Anduvo coqueteando con el descenso. En la vigésimo primera jornada ocupó el penúltimo puesto con sólo quince puntos. La prensa nacional dedicó amplios espacios a la crisis madridista. La victoria por 2-3 en el campo del Sevilla le dio esperanzas. En la clasificación acabó undécimo solo por delante de Sabadell, Real Sociedad y Sporting. Donostiarras y gijoneses cayeron a Segunda. El Madrid sumó los mismos puntos que el Sabadell y dos más que los realistas.

La Liga, que se perdió en Mestalla, tuvo como compensación moral el hecho de que el club se había confirmado como uno de los más importantes en lo que se refiere a la aportación de jugadores a la selección nacional. Epi debutó en 1941, posteriormente lo hizo Juan Ramón que formó junto a Mundo, contra Alemania en el estadio Olímpico de Berlín. Eizaguirre y Epi jugaron contra Portugal (2-2) en Lisboa. Ambos volvieron a estar juntos en otras ocasiones, pero el día en que los portugueses vencieron por 4-1 el guardameta fue el alicantino Juan Bañón. Eizaguirre volvió con Epi contra Irlanda y de nuevo Portugal y frente a Irlanda se les sumó Igoa, que.se mantuvo con frecuencia en el equipo nacional. El Valencia aportó tres hombres muy importantes, Eizaguirre, Igoa y Epi ( capitán) contra Irlanda, en Barcelona, con los dos tantos, que fueron el triunfo, obra de Igoa. El trío formó en Suiza, derrota por 3-1, y empate con Bélgica.

La gran noticia, lo que sería la mejor de las épocas de un valencianista, fue el 20 de marzo de 1949, cuando a los donostiarras se unió Antonio Puchades, que a partir de entonces fue el gran ídolo valencianista y uno de los jugadores más admirados en toda España. En aquella ocasión también guardó el marco Iñaqui. El terceto se confirmó contra Italia (1-3) y en junio del mismo año Eizaguirre, Asensi, Puchades e Igoa fueron cuarteto valencianista.

Una de las tardes más importantes de la época la vivió el equipo nacional en el Estadio de Colombes de París, la gran tarde del barcelonista Estanislao Basora. Ganó España 1-5 e Eizaguirre tuvo por delante a Asensi y en la media comenzó a fraguar la pareja Gonzalvo III-Puchades. Eizaguirre, Asensi, Puchades e Igoa llegaron a la disputa del Mundial de 1950, en Brasil. Eizaguirre jugó el primer partido, contra Estados Unidos, y el último frente a Suecia. España acabó en el cuarto puesto tras Uruguay, Brasil y Suecia. Ante esta selección Guillermo Eizaguirre (nada que ver con Iñaqui), que tenía como gran consejero y auténtico seleccionador a Benito Díaz, volvieron al equipo Eizaguirre y Asensi. En este no faltó Puchades, que disputó todos los encuentros mundialistas. España fue vapuleada por Brasil (6-1) y el tanto español lo marcó Igoa.

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