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Una tarde para la eternidad

La reivindicación de la memoria pone en valor la fuerza y el músculo del club y su entorno

Una tarde para la eternidad

La palabra que apareció sobre la piel del templo, desplegada en una pancarta gigante durante los prolegómenos del partido, es la única posible en un día como hoy. Gràcies. El trabajo coordinado de la Asociación de Futbolistas del VCF y diferentes ejecutivos del club, todo ello enmarcado en un estadio técnicamente lleno, generó una atmósfera de emoción y sentimientos a flor de piel única, inolvidable. Dos horas de taquicardia constante y lágrima viva que jamás olvidaremos.

Volver a ver de corto, brazalete en ristre, a Ricardo Arias, poder escuchar en Mestalla -por fin- el «Kempes, Kempes» que solo conocíamos por historias heredadas en sobremesas interminables de domingo, conmovernos con la ovación cerrada y en pie del respetable a David Albelda, romper a llorar al presenciar el abrazo cómplice entre Roberto Gil y Mañó, vibrar y regresar a la adolescencia con los brazos al viento de Piojo y el Kily€ La tarde del 24 de marzo de 2019 ya forma parte del imaginario colectivo valencianista. Un día irrepetible del que se escribirá dentro de cien años.

Quedará para siempre esa imagen de grupo que escenifica cien años de historia. Desde Mañó hasta Parejo, pasando por Bonhof, Castellanos, Guillot o Juan Sánchez, todos ellos rodeados de los trofeos que copan las vitrinas en las entrañas de Mestalla desde principios de la década de los cuarenta. Los tiempos de Eizaguirre, Juan Ramón y aquellos genios que formaban la Delantera Eléctrica. No cabe más leyenda en una fotografía.

Todo lo vivido en esta temporada de recuerdos y reivindicación de la memoria pone en valor la fuerza y el músculo de la institución y su entorno, independientemente del propietario o presidente puntual que ocupe la poltrona en la Avenida de Suecia. El Valencia, diga lo que diga quien lo diga, sobrevivirá eternamente. Y si no, miren todo lo que ha llovido y aquí estamos. Más de 40.000 abonados y a las puertas, como poco, de una final de Copa del Rey.

Eso es lo verdaderamente importante. Los miles de valencianistas que lloramos de emoción durante la marcha cívica del día 18 de marzo, los más de doscientos jugadores que han defendido el escudo del murciélago y que no quisieron perderse la fiesta de ayer, el estadio abarrotado (bastante más que en cualquier partido de Liga del primer equipo€). Pero, sobre todo, la ilusión que todos compartimos por seguir poniéndonos la camiseta del Valencia. Como el primer día. La misma que tenían Milego y Medina. Para toda la vida.

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