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El momento de los galones

En un partido decisivo para atacar la Champions, Parejo, Carlos Soler, Gayà y Neto enfriaron la caldera del Sánchez Pizjuán

El momento de los galones

Hay partidos que por el escenario, el rival, las alturas de campeonato y la oportunidad clasificatoria, son oportunidades que no se deben dejar pasar. Son encuentros que calibran la solidez y la ambición de un proyecto. Ayer el Valencia acudía a Nervión con la ocasión de dar un golpe por la Champions, de demostrar su prestigio. Habían fallado todos los rivales directos -Getafe, Alavés y Betis- y el Sevilla comparecía sin los dos porteros del primer equipo y con las bajas de jugadores fundamentales como Sarabia y, a última hora, André Silva. El «once» de Marcelino fue el que convenía, el más potente, sin reparar que el miércoles se recibe al Real Madrid, porque el día era el de ayer y el Valencia, un equipo a quien le gusta germinar en primavera.

El Sánchez Pizjuán, plaza grande, también entendió la trascendencia de la cita y presentó batalla: himno cantado sin acompañamiento musical, coros con la melodía del Bella Ciao y ración extra de silbidos para Kevin Gameiro y Marcelino. En alguna parte, diluidos en la marea rojiblanca, estaban los 43 aficionados valencianistas desplazados. La hinchada blanquinegra lo deja todo en Mestalla, ya pregunta por el visado a Azerbaiyán y ahorra para volver a Sevilla en masa y pinturas de guerra el próximo 25 de mayo.

El partido era propicio, pero la rapidez mental de Banega y Ben Yedder no lo iba a convertir en sencillo. El centrocampista argentino se escoró a la banda, a la espalda de Guedes y se asoció con Jesús Navas para agobiar a Gayà, pequeño y bravo como Asterix.

Era un día para derrochar personalidad y ahí apareció Carlos Soler para embellecer más aún el minuto de aplausos en memoria de Antonio Puerta con dos autopases seguidos que no acabaron encontrando rematador. El Chino, liberado con sus dos goles en la sub'21, midió un envío en profundidad a Gameiro, que no acertó a perfilar el remate. Con la habilidad contorsionista de Ben Yedder, el Sevilla se acercó a Neto, que apagó esos conatos con esa serenidad característica suya, blocando de primeras cada pelota.

A las 16:51 empezó a diluviar y, aunque el Sánchez Pizjuán seguía cantando empuñando paraguas, el Valencia entendió que era el momento para atacar el partido, con Daniel Parejo Muñoz de comandante. El capitán casi llega a culminar un tres contra dos, y luego transformó con frialdad el claro penalti sobre Gayà. Parejo marcó y mandó callar a la afición local. Qué cosas, Parejo, que hace tres veranos en Marlow se declaró en rebeldía para fichar por el Sevilla, quedaba inscrito en la lista de nombres prohibidos de Nervión.

Joaquín Caparrós, viejo druida, rescató de su libro de recetas los envíos constantes desde la banda que hicieron temido a su primer Sevilla, hace una década. El partido estaba tan mareado como la climatología. El Valencia iba a contar con contragolpes para finiquitar el asunto, como el finalizado con un trallazo al larguero por Gameiro. El Valencia, equipo vertical y sin preámbulos, en realidad, se medía a una de sus debilidades, la de la gestión de un marcador favorable.Se sufrió en exceso con el rebrote de conservadurismo excesivo que no aplacaron los cambios, pero los tres puntos pesan como lingotes.

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