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El señorío de Parejo eleva el duelo

El capitán pide a la Curva Nord respecto al rival ? Con Guedes de estrella, el orden demoledor del VCF supera a LUD frágil en defensa

El señorío de Parejo eleva el duelo

El derbi tuvo la árida vigilia del primer poniente abrasador del año, que se tornó en un aire fresco con el inicio del match. En 8 minutos el Valencia había marcado un gol, a cabezazo de Santi Mina, siempre inspirado contra los «granotes», y había desperdiciado otras dos ocasiones claras. La clave, además de la alarmante inseguridad defensiva visitante, estaba en la metamorfosis atacante de Gonçalo Guedes. Con Rodrigo lesionado, Marcelino colocó al extremo portugués de delantero, posición en la que su fútbol adquiere más trascendencia. Tiene la velocidad del Piojo López y su clase se acerca a la de Pedja Mijatovic. En el verano de 1995, Luis Aragonés vio que el montenegrino se diluía en la indefinición de los mediapuntas y lo afiló como atacante para perfeccionar su máquina contragolpeadora. La maniobra es muy parecida.

Situado como «9», Guedes dio el pase del gol a Santi Mina (centro tenso, ángulo bajo, latigazo indefendible), chutó desde su diagonal favorita, levantaba los brazos ansioso cuando no era el receptor del pase y, en una plantilla cosida a base de obedientes jerarquías, se ofrecía a sacar los córners que eran de Parejo.

Ante el orden local, con transiciones tan automatizadas que parecían extraídas de un tratado matemático antiguo, el Levante UD se abonaba al vértigo. Su estilo de juego es muy atrevido, pero quizá no es el más fiable para un equipo que, para salvarse, necesita de certezas, de principios sólidos que empiecen por una zaga asentada. La fórmula genuina con la que ascendió en su Centenario y vivió sus mejores años en la elite con tipos malencarados como Ballesteros. Los 508 hinchas azulgranas contemplaban algo parecido a una ilusión óptica. Un equipo que toma apariencia dominadora, tocando en campo rival, pero que se derrumbaba en el repliegue. El aleteo levantinista en el campo es el de las piraustas, aquellas mariposas que vivían alrededor del fuego. Lo normal era que falleciesen abrasadas, pero tampoco sobrevivían si se alejaban de la fogata. El problema es evidente, pero la solución, frágil pero quizá la única, siga dependiendo de aprovechar todo el caudal de buenos peloteros que tiene el equipo de Paco López, siempre fiel a su dogma.

Era así como, en pleno dominio valencianista, el Levante UD llegaba a amagar con zarpazos de Róger, uno de los pistoleros más intuitivos de LaLiga. Todo avanzaba con el ritmo de un partido juguetón veraniego, un clima traicionero para un Mestalla que llegó a confiarse hasta el gol rebotado de Paulista en propia puerta. La reserva de fe del Levante UD siempre está llena. Pero si se habían tardado dos minutos en marcar el primer gol, se tardaron dos minutos en deshacer el empate, con una combinación de gran clase entre Soler y Guedes. El Chino volvió a aparecer para que Mina cerrase el marcador. El final fue festivo para los locales, con la única fricción sofocada por Mestalla, de cánticos de «A Segunda» desde la Curva Nord. «No toca eso», les señaló Parejo con el dedo. En el 77, Guedes se retiraba con honores de héroe y Kang In Lee era recibido con algarabía. El coreano retornó los aplausos con pases acrobáticos y el respetable aplaudió con sorna la primera tarjeta visitante, en el minuto 81. El derbi ya es una tradición para el público veinteañero, pero se espera una mayor presencia levantinista en Mestalla para consolidarse. El último triunfo rival en este estadio (0-4) data del 13 de junio de 1937.

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