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La gran revancha copera de 1954

La gran revancha copera de 1954

Valencia y Barcelona se enfrentarán por cuarta vez en una final de Copa. El primero gozó durante muchos años de fama de copero. El Barça es actualmente el Rey de Copas puesto del que desbancó al Athletic Club. El equipo valenciano está protagonizando una temporada en la que ha ido de menos a más. Barça y Valencia son los únicos equipos españoles supervivientes en tres competiciones: Liga, Copa, Liga de Campeones y Liga Europa. La historia entrambos es favorable al club barcelonés. La gran revancha, ganada por el Valencia en 1954, fue tal vez una de las conquistas más celebradas. Y nunca jamás se vivió un espectáculo tan emotivo como de la Plaza del Ayuntamiento ( para muchos de Emilio Castelar) en la que miles de gargantas dirigiéndose al entrenador, Jacinto Quincoces gritaron a coro: ¡Que se quede! ¡Que se quede!

La primera vez, el partido tuvo final desgraciado para el Valencia. En el minuto 28 ya ganaban los valencianistas por 2-0 por los dos tantos marcados por el castellonense Manolo Badenes, quien con anterioridad, y traspasado por el Castellón, había pertenecido a la plantilla azulgrana. Aquella final como las tres posteriores se disputaron en el viejo estadio de Chamartín, ahora Santiago Bernabéu. En la presente ocasión la final se juega en Sevilla, campo del Betis, porque ya se sabe que, en ocasiones, el encuentro final no se juega en Madrid porque hay obras en los mingitorios del estadio madridista.

Aquella tarde que pudo haber sido gloriosa se torció porque se lesionó Vicente Asensi. Era el lateral que había alcanzado la internacionalidad después de haber pasado por la «delantera eléctrica». El reglamento no permitía las sustituciones como ahora y el lesionado pasaba a ocupar la plaza de extremo izquierda para crear alguna molestia a la defensa contraria y si la fortuna le favorecía y marcaba un tanto a este se le denominaba «el gol del cojo».

Hubo que jugar la prórroga. Kubala (m. 95) y César (m. 112) inclinaron la balanza hacia el lado azulgrana. Jorge Vila, uno de los goleadores, recaló posteriormente en el Valencia aunque su biografía merengue no tuvo grandes consecuencias deportivas. Su debú copero, en 1955, frente al Sevilla lo firmó con cuatro tantos. Luego se fue el Betis.

El Valencia alineó a Quique; Suñer, Monzó, Asensi; Mir II, Puchades; Gago, Buqué, Badenes, Pasieguito y Seguí.

El campeón lo hizo con Ramallets; Martín, Biosca, Seguer; Gonzalvo III, Bosch; Basora, Kubala, César, Vila y Manchón. El Barcelona hizo el doblete.

La afición valencianista quedó dolida porque fue el infortunio el que privó de la Copa al equipo. Aquella historia quedó olvidada dos años después cuando ambos tuvieron que enfrentarse. Fue el 20 de junio. La final era el último partido oficial de la temporada. Era la gran fiesta del fútbol. La tradición de convertir al ganador en Campeón de España daba argumentos a las aficiones para volcarse en la competición.

Miles de valencianistas se desplazaron a Madrid. En aquellos años los automóviles particulares eran pocos y de ahí que se flotaran autobuses y se reforzaran las líneas de tren. El ambiente previo era de gran jolgorio y todavía podían tomar una cerveza juntos aficionados de ambos equipos. No había peleas entre partidarios de los que se enfrentaban. No se habían inventado todavía los hooligans, no existían peñas radicales y en las gradas se convivía mucho mejor que ahora. No había necesidad de que las fuerzas de orden público dirigieran a los aficionados acordonados hasta el estadio.

El Barça derrotado jugó con Velasco; Seguer, Biosca, Segarra, Bosch, Flotats; Basora, Luis Suárez, César, Moreno y Manchón.

La segunda confrontación fue un espectáculo vivido en muchas poblaciones valencianas. Entonces, aun con la apariciones en Primera de Hércules y Castellón, Levante y Elche llegaron después, el equipo representativo para la mayoría de los habitantes de la comunidad era el Valencia. Se llegó a dar el caso de que en pleno partido de juveniles en la casas colindantes tenían el aparato de radio a todo volumen y los espectadores y los jugadores oían la transmisión de Matías Prats. Los transistores como el bikini aún no estaban en nuestra sociedad. Los goles valencianistas sirvieron en algún caso para que el partido se parara y los contendientes se dieran un abrazo como si el gol hubiera sido cosa propia.

Aquella alineación histórica que aprendimos los jóvenes del aquel año como un recitado, Quique; Quincoces, Monzó, Socrates; Pasieguito, Puchades; Mañó, Fuertes, Badenes, Buqué y Seguí, estuvo formado por siete valencianos, un portero nacido futbolísticamente en Villarreal y Castellón, Quique, un defensa sobrino del entrenador y crecido en la cantera de casa, Juan Carlos Díaz Quincoces, un catalán, Buqué que provenía del Sant Andreu y el valenciano de vocación Bernardino Pérez Elizarán, Pasieguito.

De nuevo el marcador arrancó con signo merengot. Antonio Fuertes, futbolista de profesión y pilotari de vocación, batió a Velascos en el minuto 14. Al descanso se llegó con la ilusión de que en esta ocasión no hubiera derrota y el equipo no aflojó y Badenes hizo el segundo (m. 57) y Tonico Fuertes, que en aquellos años gozó de la internacionalidad, remachó el resultado con su segundo gol, tercero que llegó al marcador.

Las historias no siempre reflejan los hechos más sobresalientes. En este caso el mejor juego valencianista. La garantía supuso la pareja Pasiego-Puchades, la facilidad con que los extremos Mañó y Seguí llegaron al área contraria y la fortaleza defensiva en la que Salvador Monzó era casi un padre para los jóvenes. Su alocución a los que se incorporaban del Mestalla la recordaron siempre quienes estuvieron a su lado en las grandes oportunidades: «Xiquets, marqueu un gol, que si el marqueu, no perdrem». Fuertes, muchos años después, aún me relataba aquella consigna que animaba a luchar por la victoria. De la final queda el decano de los campeones valencianistas, el suecano Daniel Mañó Villagrasa. Con este motivo ha sido protagonista en los actos del Centenario del club.

La gran anécdota se convirtió en la imagen de la final. Enrique Martín «Quique» obtuvo permiso para crear la imagen del triunfo. Se sentó en el larguero y la fotografía acabó siendo el más entusiástico reflejo de la conquista de la Copa. Antes del partido le pidió permiso al entrenador, Jacinto Quincoces, para hacer algo singular si se ganaba el encuentro. El entrenador le dio permiso y Quique se subió al larguero, auxiliado por un fotógrafo de la casa, Finezas, y sentado en el mismo vio como Monzó recogía la Copa y los miles de valencianistas del estadio celebraban la victoria como si hubiera sido la primera y la más grande. El Valencia no era primerizo en grandes trofeos, pero este tuvo mayor relevancia que los anteriores porque fue la gran revancha por la desgracia de dos años antes.

La tercera final ente valencianistas y barcelonistas se disputó en 1971 y como en la primera ocasión se llegó a la prórroga. También esta vez el Valencia acabó con diez por expulsión de Juan Sol. El Valencia aspiraba a celebrar el doblete porque había ganado la Liga. Esta vez la final se jugó el 4 de julio. Y de nuevo se adelantó el equipo valenciano. Claramunt (m.20) y Paquito (m.47) adelantaron al equipo que se vislumbraba campeón. Al menos tal sensación tuvimos cuantos presenciamos el partido.

El ilicitano Marcial, lesionado, fue sustituido por Fusté y éste acortó distancias (m. 51). El empate tuvo consecuencias funestas. El árbitro dio validez al tanto de Zabalza que el juez de línea había señalado fuera de juego. El árbitro, empecinado, dio validez al tanto y en medio de las protestas Sol fue expulsado. A partir de ese momento la ventaja numérica iba favorecer a los culés. Zabalza marcó el tercer tanto azulgrana en el minuto 99. Todo parecía favorable al conjunto que estaba con superioridad numérica. El Valencia no cejó en su empeño y Valdez logró el 3-3. Ya parecía inevitable recurrir al lanzamiento de penaltis cuando Alfonseda anotó la cuarta diana para su equipo.

Aquella tarde arbitró el vasco Saiz Elizondo, que debe figurar en la orla en la que están Gojenuri, Sánchez Ríos y Sánchez Ibañez entre otros.

Aquella campaña que no se pudo cerrar con Liga y Copa, tuvo hechos relevantes para el club. De Holanda llegó Servaas Faas Wilkes, tal vez el jugador de mayor calidad que ha jugado en Mestalla. En aquellos tiempos se había hecho cargo del equipo Alfredo Di Stéfano en su primera etapa. Previamente había conocido el mejor marcaje al que fue sometido en su vida deportiva. Fue el del vallduxense José Mangriñán Diago.

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