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Travesía del desierto hasta los años sesenta

La intención era fichar un jovencito de diecisiete años llamado Edson Arantes do Nascimento 'Pelé'

Travesía del desierto hasta los años sesenta

Al Valencia, después de la victoria en la Copa de 1954, le tocó vivir una travesía del desierto que, finalmente, le llevó a Europa. En mitad del recorrido se hizo la luz en Mestalla. Los gozos los festejó en la década de los cuarenta que hicieron creer que no habría sombras. Estas llegaron después de la citada fecha copera. Tras varios años en que Liga y Copa no volvieron a casa, se alcanzó en la década de los sesenta el triunfo europeo en las llamadas Copa de Ferias.

Antes de que tal sucediera hubo varios acontecimientos que marcaron la historia valencianista. El club se dispuso a equipararse a Madrid y Barcelona que poseían la Di Stefano y Kubala, las dos grandes estrellas del momento, y mandó a Eduardo Cubells a Brasil. La intención era fichar un jovencito de diecisiete años llamado Edson Arantes do Nascimento Pelé. Cubells regresó con Walter. Este tropiezo en los fichajes no fue el último del club porque después, Carlos Iturraspe, entrenador del Deportivo de la Coruña, recomendó un jovencito llamado Luis Suárez y tampoco llegó a Valencia porque finalmente se lo llevó el Barça.

Los años del desierto tuvieron hechos tan significativos como la muerte en accidente de carretera, en El Saler, de Walter Marciano de Queiroz, que con otros compañeros del equipo iba hacia Sueca a merendar con Puchades. Conocí la noticia en el Museo de Cerámica donde le estaba haciendo una entrevista a don Manuel González Martí. Fue su sobrino quien trajo noticia del suceso. Llamé al periódico para comunicar el hecho y cuando dije que estaba en el museo casi me tomaron a broma porque era inconcebible que lo hubiera conocido junto al fundador y director del museo. En el mismo accidente sufrió importantes lesiones Luis Coll, jugador que junto a Ribelles había llegado del Barcelona. Coll nunca volvió a ser el extremo que se había conocido. Walter tuvo partido homenaje para ayudar a su familia.

El infortunado accidente del 21, de junio de 1961, tal vez fue el último gran tropiezo del club porque con anterioridad el 14 de octubre de 1957, llegó la gran riada que, urbanísticamente, acabó siendo excusa para desviar el Turia. Valencia se llenó de barro y las ayudas estatales tardaron tanto en llegar que el entonces director de «Las Provincias», Martín Domínguez Barberá, publicó un artículo en primera página (¿Palabras? ) continuación del discurso que había pronunciado en el Teatro Principal con motivo de la proclamación de la Fallera Mayor y fue destituido fulminantemente por el entrones director General de Prensa, Adolfo Muñoz Alonso, que había sido catedrático de Filosofía en la Universidad de Valencia, aunque no se le recordaron clases magistrales porque pasó sin dejar constancia de su presencia. Los recuerdos de la riada duraron años y para pagar las obras posteriores València tuvo el correo más caro de España porque cada carta tenía además del sello correspondiente, el de 25 céntimos por la riada. También los automóviles, los famosos «seiscientos», a causa del impuesto especial, eran mil pesetas más caros que en otras ciudades y de ahí que hubiera compradores que lucieran matricula de otra población.

La riada dejó tantas huellas que el galerista, pintor y ceramista, Ramón Meteu, dejó en su galería de la calle de Las Barcas la señal hasta donde llegaron las aguas, por encima de lo que eran los clavos en que se colgaban los cuadros.

La riada tuvo consecuencias deportivas porque todos los campos que había en el cauce del río quedaron inutilizados y lo peor le tocó al Valencia que padeció la inundación de Mestalla y la consiguiente etapa de trabajos para la reparación. Ello obligó a la Federación Española a cambiar el orden de los partidos del Valencia que desde septiembre jugó fuera de casa hasta diciembre. La consecuencia directa fue la pérdida de encuentros y la mala clasificación. Se llegó a pensar que amenazaba el descenso. Al final de la primera vuelta era el último en la tabla.

El Valencia comenzó la Liga en casa. Hubo empate a un tanto con el Barcelona. Fue la jornada en que debutó Walter. En la siguiente perdió (1-0) en Jaén, equipo recién ascendido y que descendió. Empató en casa a dos tantos con el Madrid y a partir de entonces jugó fuera contra Real Sociedad (0-0); Atlético de Bilbao (3-2) ; Valladolid-Valencia (6-2); Español- Valencia (0-0); Celta-Valencia (3-2); Atlético de Madrid-Valencia (2-2). El exilio acabó el 8 de diciembre en que ganó al Zaragoza por 3-1, con dos tantos de Ricardo y uno de Walter. A partir de ahí se entró en la racha. Venció al Sporting, empató en Pamplona, derrotó al Granada, venció en Sevilla y en casa a Las Palmas, igualó en Las Corts y derrotó al Jaén.

El club jiennense tuvo en sus filas jugadores singulares. Alsúa II, que también pasó por el Valencia, y fundamentalmente a José Cabrera Bazán, el primero y creo que único futbolista que fue a la cárcel. El Jaén no lo le pagaba y como protesta se negó a jugar. El Gobernador Civil y Jefe Provincial del Movimiento lo encarceló por díscolo. Años después fue catedrático de Derecho Laboral en la Universidad de Málaga y con el exjugador valencianista Joaquín Sierra «Quino» fundó la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE). Delantero centro era en ese equipo el donostiarra Arregui, jugador que tuvo el contrato más excepcional. El 1 de noviembre no jugaba porque tenía que ayudar a la familia a confeccionar ramos y coronas propios de la fecha.

La reacción del Valencia tras la recuperación de Mestalla fue tan extraordinaria que el equipo acabó la Liga en cuarto lugar y por añadidura, Ricardo Alós, jugador de la cantera mestallista, que había sido Pichichi de Segunda con el Sporting, en el que estuvo cedido, lo fue con el Valencia en la vuelta a casa. Acabó con 19 goles empatado con Manolo Badenes, que había emigrado al Valladolid, y con el madridista Di Stefano. La década de los cincuenta cambió la vida de los valencianistas. En marzo del 59, fue inaugurado el alumbrado de Mestalla. Se pasó de los partidos a primera hora de la tarde, para evitar la anochecida, a horarios más relajados. Con el comienzo a las tres y media o las cuatro, los aficionados tenían que almorzar y salir corriendo hacia el campo. El cambio de horario tuvo consecuencias en el seno de la familia. Con hora temprana, la esposa se quedaba en casa con los niños o iba a visitar a su madre o suegra. El marido acudía con tiempo incluso para ir al cine. Cuando se retrasó el horario la tarde quedaba constreñida al fútbol. Téngase en cuenta que en aquellos años las mujeres no eran aficionadas. Su presencia en las gradas era casi testimonial. Marita Boluda era de las pocas niñas de la tribuna de Mestalla.

En los años cincuenta llegó la televisión. El Mundial del 54, en Suiza, fue el primero televisado. En España hubo pruebas el 24 de 0ctubre de 1954, se transmitió el Madrid-Racing, pero quedó para los pocos televisores que había en Madrid. Para toda España llegó la tele el 15 de febrero de 1959 y las cámaras siguieron el encuentro entre Real Madrid y Barcelona. El Valencia, que había reformado Mestalla y aumentado el número de espectadores, con la iluminación hizo patente las posibilidades de que la televisión también llegara.

En años en que los títulos desaparecieron, en el club hubo notables cambios en la presidencia. Luis Casanova dimitió y le sustituyó el industrial Vicente Iborra Gil. Fueron años en que también hubo cambios de entrenadores. En el 59, fracasó Luis Miró y Jacinto Quincoces se tuvo que hacer cargo del equipo hasta final de temporada y se acercó a nueva final copera. Con Iborra llegó Waldo y comenzó la etapa europea. La travesía del desierto fue camino para reemprende grandes aventuras. En los sesenta se recuperó prestigio y notable presencia en Europa.

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