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Más allá de los fulanos de Oikos

Más allá de los fulanos de Oikos

La operación Oikos es, al menos en apariencia, algo más que una cuadrilla de fulanos ociosos articulados en chupipandi para cometer actividades delictivas. Tampoco parece corresponderse a la imagen residual de una confabulación encendida a las brasas de una torrà en una zona residencial con jardín y piscina. Estos balonazos fuera me recuerdan a cuando se negaba hasta tres veces que en el fútbol español hubiese lucianosmoggis o que, prácticas como las que se atribuían a Antonio Conte o Bonucci, implicados en apuestas fraudulentas, tuvieran algún tipo de réplica ibérica.

Aquí están. Aquí llevan estando. Oikos tiene un efecto todavía más letal que el folletín policial: enfrenta, contra la pared, con las manos tras la nuca, a nuestra exigencia para con los valores éticos. La responsabilidad social corporativa, los intentos de blanquear la reputación de las entidades, sus continuadas acciones solidarias€ ¿pero cuál es vuestra postura con la cultura de las apuestas?

La bicoca, la posibilidad de hacer dinero fácil con los patrocinios de los pronósticos, tiene unos cuantos daños colaterales que empiezan a emerger como lo hace un cadáver amordazado en el fondo de un lago. Si futbolistas de elite, si jugadores que ponen en peligro sus carreras, el honor familiar, son capaces de caer en la tentación de ensanchar sus cuentas, de hacer horas extras en el negocio a base de modular el acierto de los resultados con su propia entrada en juego, ¿qué no ocurrirá con quienes, desesperados, alienados u adictos, sienten el acoso publicitario de las plataformas de apuestas?

Debería Oikos servir para despertar de este letargo interesado en el que le vimos a las marcas de pronósticos más beneficios que inconvenientes. Solo hay que asomarse. Asomarse a los barrios con menos rentas, a los distritos con más desempleo, a las proximidades de institutos, para ver dónde están los caladeros de una cultura de las apuestas sin el mayor rubor en dar la puntilla a los que con menos fuerza pueden defenderse. Entre tanto cantidad de clubes, futbolistas, exfutbolistas, analistas, publicistas del fútbol, doran la píldora de un sistema tóxico.

No son Aranda y Raúl Bravo, es todo lo que hay detrás y que apenas nos escandaliza. La carcoma invisible ha dejado cojeando la silla.

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