Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Incorporación

Maxi Gómez, goles con raíces

El nuevo atacante del Valencia ha triunfado en el fútbol sin despegarse del arraigo a su familia y a Paysandú, la ciudad en la que nació

Maxi Gómez junto a su hermano Carlos y Ricardo, antes de partir hacia Valencia. En la derecha, con el Celta. instagram / efe

Mientras que las redes sociales de los futbolistas se han llenado de fotografías en playas de aguas cristalinas, Maxi Gómez se ha refugiado en su Paysandú natal, en las latitudes del interior del frío invierno austral uruguayo. Mientras que en Europa se asistía a una negociación feroz entre Mateu Alemany y Jonathan Barnett, sus pocos días de vacaciones han transcurrido en la lentitud de los hábitos gauchos, con paseos a caballo, asados rodeado de toda su familia y pescando en Casa Blanca, un pequeño pueblo de 350 habitantes bañado por el río Uruguay, fronterizo con Argentina. No hay bronceados, sino gorros de lana y escasa red telefónica. De hecho, el envío de documentación para la firma del contrato se demoró al quedar incomunicado en sus paseos de montaña. En los días en los que se ha decidido el gran salto en su carrera que supone recalar en Mestalla, Maxi Gómez recordaba en Instagram el valor de sus raíces, sus calles y su familia en su escala de valores.

La familia ante todo. «La mía es una familia que siempre la luchamos, siempre le estoy agradecido a mi madre y a mi viejo, porque la verdad que siempre la luchamos. Como dicen ellos ahora: 'nunca pudimos darte todo lo que estás pasando ahora, por ejemplo zapatos lindos, pero con humildad y sacrificio las cosas llegan', siempre me enseñaron eso», afirmó en 2016 tras marcar cuatro goles contra El Tanque Sisley. Unos meses antes, una derrota en Liga contra el Liverpool (uruguayo) alteró los ánimos de los hinchas de Defensor Sporting, equipo de Maxi. Su compañero Romario Acuña, de 35 años, se enzarzó con uno de los seguidores. La reacción de Gómez fue expeditiva y recetó una trompada a su compañero de vestuario. El seguidor involucrado era uno de sus hermanos mayores. Procedente de una familia humilde, con los padres trabajando era su hermano Carlos quién debía acompañar y traer de vuelta a Maxi de los entrenamientos del Parque Agustín Rivaben, el campo sin gradas y delimitado con viajas alambradas en los que defendió hasta los 17 años los colores del Club Atlético Litoral, el humilde club decano de Paysandú.

Uriel Pesce fue el técnico que le captó para marchar a Montevideo con el Defensor Sporting en 2013, con 17 años. Le costó adaptarse a la vida de la residencia y de la capital, aunque la presencia en el equipo de Kevin Larrea, compañero de clase en la escuela número 15 de Paysandú, hizo el trance más sencillo. En el campo no acusó ninguna nostalgia sanducera. Tuvo, eso sí, que adaptarse a rutinas más exigentes y rebajar un sobrepeso por el que era conocido como «El Gucci», en alusión a un cantante uruguayo. Hasta ese momento, como declaró en una entrevista posterior, su capacidad técnica le había bastado para destacar, por lo que tuvo que «aprender a correr».

Su perfil discreto no está reñido con la valentía, cualidad clásica del fútbol charrúa. Así de claro lo atestiguó el 2 de octubre de 2015, en la eliminatoria de octavos de la Copa Sudamericana contra Lanús. El 0-0 de la ida en Argentina tampoco se movió en la vuelta. Maxi, de 19 años, entró mediada la segunda mitad de un duelo que acabó abocado a los penaltis. «¿Querés patear un penal?», le espetó el veterano Fleurquín. «Sí dale», respondió rápido, sin saber que le encomendarían el último lanzamiento de la tanda. Lanús falló el primero y todos acertaron hasta llegar a la última pena máxima. Gómez marcó con la misma naturalidad con la que, en sus dos años en Europa, ha marcado 30 goles en 73 partidos, brillando en citas de relieve al haber anotado contra todos los «grandes». El Valencia incorpora un perfil que ya no tenía. Una referencia fuerte para fijar centrales y ganar poderío rematador en partidos atascados. Una potencia unida a una calidad técnica que evoca cierto recuerdo a Lubo Penev.

La fama no ha cambiado nada a Maxi Gómez, que conforme más asciende en el fútbol más se acuerda de su gente, como cuando sufraga y prepara asados para 60 personas en Mervir, el barrio del que es oriundo. Los goles del nuevo 9 de Mestalla tienen raíces. Así lo corea, todavía hoy, la hinchada de Defensor: «¡Aunque Maxi se vaya lo voy a querer, aunque Maxi se vaya lo voy a querer porque sé que va a volver!».

Compartir el artículo

stats