Una de terror para empezar. En el último instante del descuento más largo que jamás vio Mestalla, el Valencia dejó escapar la victoria frente a la Real Sociedad. El equipo de Marcelino se había sobrepuesto a un partido muy trabado entre el atrevimiento del conjunto donostiarra y la ausencia tan honda de la baja de Parejo. Gameiro había resuelto el nudo y, en sus pies, tuvo el penalti de la sentencia y con el que valencianismo parecía reencontrarse con la normalidad, con el olor a césped, con la rutina de un día de partido de Mestalla, la costumbre de ganar y sentirse poderosos. Fútbol, por fin fútbol. Pero el delantero francés, tan fiable en este 2019, chutó alto, desviadísimo. Y unas manos de Coquelin, destacadísimo hasta ese lance, condujeron al empate de Oyarzabal. En mitad de un terremoto interno del que todavía se esperan réplicas, la hinchada ovacionó al capitán Rodrigo Moreno, cuando bajó del autobús, cuando su nombre sonó en la megafonía, en el minuto 19 y cuando fue sustituido. Mensajes a Singapur.

El Valencia tardó media tarde en superar la añoranza de Dani Parejo (36'9% de posesión y 366 pases como local). Se ha acostumbrado tanto a la presencia reconfortante de su capitán y a delegar toda el fútbol en sus botas que, sin él, el equipo acaba asumiendo que debe jugar a otra cosa, a buscar otros estímulos. La Real, equipo muy joven y con talento en ataque, detectó las dudas valencianistas y maniobró con soltura en el inicio del encuentro, volcando su fútbol con las escapadas de Januzaj hacia la banda defendida por Jaume Costa, en la que los automatismos blanquinegros estaban menos organizados. En su debut oficial, Cillessen respondió con seguridad a los primeros intentos donostiarras. El Valencia fue respondiendo a impulsos. Por ejemplo, con conducciones aventureras de Coquelin, que provocó tarjetas a Merino y Odegaard. El despliegue atrevido de los visitantes permitió que el Valencia gozase de metros para correr y, así, que Gonçalo Guedes contase con tiempo y espacio para armar el disparo. Moyà desbarató los dos intentos del extremo de Benavente, en los minutos 7 y 37. Especialmente vistosa fue la segunda oportunidad, con una carrera de Gameiro y el envío hacia Rodrigo. El delantero hispano-brasileño dejó pasar con elegancia la pelota para que la recogiera Guedes.

Mestalla también jugó su encuentro, incluso desde antes del pitido inicial, con el recibimiento de más de tres mil aficionados al equipo. Luego, con el duelo lleno de dudas, empujó en varias oleadas y tomó partido. Ovacionó al capitán Rodrigo, al grito de «quédate», y demostró la responsabilidad que, en los últimos tiempos, ha tomado el ejercicio de su militancia para vigilar las injerencias de Peter Lim. El año pasado fue maduro y paciente en el momento más bajo de Marcelino y no dio opción a que Meriton pensase que había un contexto social para favorecer el relevo. Y ayer volvió a posicionarse para defender un proyecto anhelado durante una década. La fama de la hinchada protestona y caprichosa es un mito desconchado.

Otro de los argumentos a los que podía agarrarse el Valencia es al factor Kevin Gameiro. El delantero francés sigue en plenitud, fresco de mente y piernas, con la intuición intacta para estar allí donde más le necesita su equipo. En el minuto 57, con el decorado todavía bastante blanquiazul, Gameiro generó la salida de la jugada, descargó hacia Carlos Soler, que vio la incorporación de Wass por el costado. El lateral danés cedió a Gameiro, que batió a Moyà. Gil Manzano tardó casi cinco minutos en dar validez al tanto, por un fuera de juego que la tecnología no demostró.

Con el 1-0, Mestalla soltó toda la tensión y el Valencia, más dinámico, se volcó con alegría hacia el ataque. Gameiro estaba fundido pero apareció Guedes, con ganas de encarar con pasos de baile a Zaldua y disparar, con buenas respuestas de Moyà. Rodrigo, antes de su sustitución, mandó al poste en el minuto 80 un balón lento, lleno de suspense como su propio futuro, tras fallar en la salida Moyà.

El largo añadido, con ocho minutos entre el VAR y la pausa para hidratarse, se hizo aún más larga con el fallo de Gameiro en el penalti en el descuento. Oyarzabal no tuvo compasión en el suyo. Sin saber qué puede deparar el futuro, el Valencia se aferra a la única certeza: a Mestalla.

La Real Sociedad realiza el pasillo al campeón de Copa

Mestalla se engalanó para la ocasión. La Real Sociedad tuvo el gesto elegante de tributar el pasillo de honor al Valencia CF, como vigente campeón de Copa del Rey. Además, más de 3.000 valencianistas recibieron al equipo de Marcelino a su llegada a Mestalla en torno a las cinco y media de la tarde. Además, Rodrigo, cuyo futuro continúa en vilo, ha sido uno de los jugadores del equipo más aclamados. Los prolegómenos del partido se vieron salpicados por las largas colas de los aficionados, debido a un error en la lectura de los carnets de abono en los tornos, y muchos entraron con el partido ya empezado.