La decisión estaba tomada desde hace semanas a falta de comprobar si el máximo accionista del Valencia CF sería capaz de ejecutarla ahora o iba a esperar a que una mala racha de resultados le cargara de razones objetivas para hacerlo. A Peter Lim, sin embargo, no le ha temblado la mano. Hace apenas tres días, convocaba al presidente Anil Murthy de urgencia en Singapur, noticia adelantada por la edición digital de SUPER, para comunicarle la decisión de poner en marcha de manera inmediata el plan que comenzaba con el despido del entrenador. Lo hace plenamente consciente de que esto va a ser difícil de explicar y mucho más de entender, del apoyo que Marcelino y su cuerpo técnico tienen por parte de la afición después de estos dos años en que el equipo ha vuelto a la Champions League, además de conquistar el título de la Copa del Rey. También de que el golpe va a tener un efecto en el vestuario ahora mismo incalculable. Ninguno de estos argumentos lógicos ha sido suficiente para frenar el ímpetu del máximo accionista para prescindir de una figura clave en estas dos temporadas que, tal como explicaba Anil Murthy antes de presentar al nuevo entrenador, han sido «intensas y con objetivos cumplidos».

¿Por qué? Así de breve es la pregunta que se hace todo aficionado del Valencia CF después de conocer la noticia del cese de Marcelino García. Tan breve como largo y complejo es dar una respuesta que no ha dado ni va a dar el propio Lim, y que hay que buscar en hechos y situaciones que se han ido produciendo a lo largo de los tres últimos meses, justo desde que se puso en marcha el mercado para configurar la plantilla 19/20, y que han dinamitado la confianza que el propietario tenía en la figura del entrenador. ¿Qué razones tiene Peter Lim para echar al técnico que había logrado enderezar el rumbo de un equipo destruído y desorientado desde la salida de Nuno Espirito Santo en noviembre de 2015? El máximo accionista cree que Marcelino es el culpable de que este verano se haya roto el consenso que ha existido en el club estos dos años a la hora de planificar la plantilla, que ha intentado imponer su criterio incluso por encima de decisiones estratégicas de la sociedad como la apuesta clara y rotunda por los jóvenes valores de la cantera valencianista como modelo para hacer del Valencia CF un proyecto competitivo y a la vez sostenible.

Relación rota

A partir de ahí, cada día, cada situación, cada fichaje y especialmente cada no fichaje han ido ampliando la fractura existente entre dos personas, Marcelino y Peter Lim, que en realidad apenas han coindidido y cambiado impresiones unas pocas veces en dos años y cuatro meses de travesía. Discrepancias que comenzaron a aflorar durante el largo fichaje de Maxi Gómez, cuando Mateu Alemany logró sacarlo adelante frenando la intención de Lim de apostar por el joven delantero Rafael Leao, y que provocaron dos reuniones de urgencia con el máximo accionista en Singapur. La primera el 19 de julio, en la que además de Anil Murthy y Mateu Alemany estuvo presente el propio entrenador a pesar de que apenas unas horas después el equipo debutaba con el primer amistoso de pretemporada en Suiza. Otamendi, Kang In Lee y Rafinha eran algunos focos de conflicto entre las dos partes. Marcelino había desaconsejado la incorporación del 'General' y pedía el fichaje del central del Alavés Laguardia, futbolista complementario para la defensa en lugar de otro que pudiera cuestionar la titularidad de Paulista y Garay. Además, cuando el Valencia había descartado ya la llegada de Denis Suárez, insistía en la contratación de Rafinha Alcántara para reforzar el ataque, una apuesta que desde el primer momento rechazaba Peter Lim al considerar que su llegada sería un freno para la progresión de jugadores como Carlos Soler, Ferran Torres y Kang In Lee. En medio de todo, el joven coreano había pedido al club ser traspasado después de comprobar que no entraba en los planes del técnico y que la propuesta era que se marchara cedido. Una auténtica bomba.

Después de aquella primera cumbre el Valencia CF quiso dar sensación de tranquilidad y vendió la idea de que se iba a trabajar para rematar la plantilla desde el consenso, pero no fue así. De hecho, el propietario decidió cortar por lo sano y empezó a desautorizar a sus ejecutivos en materia de fichajes. Así, la crisis volvió a estallar en apenas diez días. Mientras el equipo jugaba un amistoso en Lisboa ante el Sporting de Portugal, se producía un amago de dimisión de Marcelino y Mateu Alemany que acabó con un nuevo viaje a Singapur de Anil Murthy y el propio Mateu para encontrarse cara a cara con el máximo accionista el 1 de agosto. Aquello acabó sin decisiones drásticas, pero las reglas del juego ya eran otras. Mateu mantenía la confianza para continuar adelante con la planificación pero siguiendo las directrices marcadas por la propiedad, y Marcelino llegaba a declarar tras el partido disputado ante el Brighton que «afortunadamente esta crisis se cerró» y «seguro que esto nos hará más fuertes aún», pero a la vez hablaba ya de que los hechos certificaran las palabras.

No era, evidentemente así, como días después quedaría publicamente expuesto con la decisión de Lim de traspasar a Rodrigo Moreno al Atlético de Madrid, así como los mensajes de Marcelino en sus declaraciones públicas y privadas cuestionando las decisiones del máximo accionista. Esto no fue otra cosa que la gota que colmaría el vaso. En la mente más o menos sofisticada de Lim, verse señalado de esa manera por el entrenador al que considera que mantuvo contra viento y marea la temporada anterior a pesar de los malos resultados fue la señal definitiva de que había llegado el momento de actuar.