Aquejado de una notable resaca tras una semana de autocombustión societaria, un Valencia vulnerable y falto de convicción se llevó una goleada del Camp Nou en la que las sensaciones fueron más preocupantes que el contundente marcador. Quedan 34 jornadas para elegir si la temporada puede redimirse o si habrá recorrer las huellas frescas del desierto de 2015-17. Una manita para Mr Lim en una velada en la que Kang In Lee aportó algo de luz.

Creando una crisis donde había un proyecto estabilizado; aplicando un «silenzio stampa» en vez de devolver la normalidad al discurso y empequeñeciéndose prematuramente calificando en Twitter al Barcelona (destronado por los de Mestalla en todos los torneos y cada cruce europeo) como Goliat, los dos goles en seis minutos del Barcelona no tuvieron tanto efecto de sorpresa entre el valencianismo. Con un gol y una asistencia, la elegancia de Ansu Fati, un diabólico delantero nacido en octubre de 2003, un día después de que el Valencia se pasease en Champions en Anfield y cuando Peter Lim solo poseía restaurantes tematizados del Manchester United en Singapur, había desmontado todas las previsiones. Albert Celades asistía con rostro pétreo a una posesión casi humillante de los barcelonistas, superior al 80% y que acababan en un idéntico desenlace: con Ansu Fati recortando siempre con éxito ante Daniel Wass y buscando el palo largo de Cillessen.

Especialista en voltear toda clase de pronósticos, ya sean halagüeños y también fatalistas, el Valencia tardó en despertar, pero lo hizo a tiempo de comprobar que su filosofía de contragolpe y velocidad continúa teniendo los efectos devastadores sobre el conjunto azulgrana de las noches de Mijatovic, Piojo y Villa. Rodrigo y Gameiro avisaron con acercamientos a los que les falló el último control y el disparo. Los dos delanteros, que conectan con una intuición propia de hermanos gemelos, combinaron en el 27 para que Gameiro batiera de disparo cruzado a Ter Stegen. El tanto tuvo un par de minutos de débil suspense con el VAR.

El Barcelona advertía las dudas, acrecentadas sin Messi, con las que acabó la temporada pasada y empezó el actual curso. Una escapada de Ferran Torres con volea de Gameiro, en el primer minuto del segundo acto, confirmaba esta percepción. El Valencia había rebajado la posesión rival y había despertado la inquietud del Camp Nou, conocedor de ese miedo viejo. Pero solo se trataba de un espejismo, la ensoñación de un oasis.

Un error determinante de Cillessen, al que se le escapó un disparo lejano de su compatriota De Jong, fue recogido por Piqué, previo toque en el poste, para volver a abrir la brecha. Un castigo que dejó de nuevo al Valencia aturdido. Dos minutos después, Semedo disparaba al poste. Los valencianistas no podían ejecutar otra maniobra que esperar, replegados, alguna tentativa de contragolpe y soportar taconcitos efectistas de Griezmann. Valverde regaló la ovación de la noche a Ansu Fati, sustituido por un viejo verdugo blanquinegro, que solo tardó un minuto en batir a Cillessen. El meta holandés intervino con tres paradas de balonmano para retardar el quinto, de nuevo obra del uruguayo. El síntoma de la impotencia de la crisis, que los tres cambios vieron tarjeta entre los rondos finales. Antes del maquillaje del gol de Maxi, los minutos finales de Kang In Lee aportaron luz.