El Valencia CF debuta esta noche en la fase de grupos de la Champions League en pleno divorcio público entre los jugadores y los dirigentes del club por la destitución de Marcelino García Toral. La plantilla no dio marcha atrás en su acción de protesta colectiva y tal y como sucedió en el Camp Nou ningún futbolista acudió a la rueda de prensa oficial en Stamford Bridge como obliga la reglamentación de la UEFA. La silla reservada para uno de los capitanes ni siquiera hizo falta sacarla.

Albert Celades compareció completamente solo antes los medios de comunicación a los ojos de toda Europa en una fotografía que refleja a la perfección la fractura interna que existe en la entidad de Mestalla a raiz del despido del que fuera jefe y líder del vestuario. La herida sigue abierta y la 'ley del silencio' en pie. La plantilla sigue tensando la cuerda con la propiedad. Como díría el club, «es lo que hay».

Los jugadores, más allá de las críticas o agradecimientos que cada uno vertió en las redes sociales de forma individual, han querido escenificar su descontento con la propiedad por la salida de Marcelino con una acción conjunta que dejara en evidencia a los responsables del club. La idea de no hablar surgió el pasado miércoles en pleno calentón de la plantilla por el cese de su entrenador durante las reuniones de urgencia que los capitanes mantuvieron con y sin el resto de compañeros en el vestuario de la ciudad deportiva de Paterna. Aquella misma tarde la decisión se comunicó al club que, tal y como publicó Superdeporte y Levante-EMV, intentó frenar la acción de protesta desde el primer día. Sin embargo, no ha sido posible. Los jugadores se han mantenido firmes en su posicionamiento y se han negado a hacer declaraciones públicas durante los últimos seis días. La protesta va más allá de no atender a los medios de comunicación en las ruedas de prensa, las zonas mixtas o las televisiones con derechos. El equipo se ha negado a conceder entrevistas con los propios medios oficiales del club en cualquiera de sus plataformas e incluso ha cerrado las puertas a cualquier acto previsto con los patrocinadores. Un veto en toda regla que el club ha intentado evitar sin suerte.

La intención de la plantilla era no hablar en el Camp Nou y prolongar el silencio hasta después de la visita a Londres como así ha sido. El espíritu de la acción de protesta es claro. «Si el club no nos ha dado ninguna explicación de la destitución de Marcelino, ¿por qué tenemos que ser nosotros los que demos la cara en nombre del club?». Desde dentro del vestuario se entiende que la medida por impopular que parezca es la menos dañina de todas las que se le pudo pasar a los jugadores por la cabeza el pasado miércoles en plena desesperación por la salida de

Marcelino. ¿Y si hubiera escrito una carta aquel día la plantilla dirigida a los propietarios del club? Seguramente todavía estarían temblando los pilares del Valencia. La plantilla se siente traicionada por la decisión en sí -la propiedad conocía la defensa a ultranza de los jugadores al proyecto Mateu-Marcelino después de un verano convulso- por las formas -se enteraron por la prensa sin ninguna versión del club- y por los tiempos -solo una semana después del cierre de mercado-. Para colmo, quien podría ser su único apoyo, Mateu Alemany, no goza de capacidad ejecutiva y tiene los días contados en el Valencia.

La Liga sancionará al Valencia por su incumplimiento de contrato en el Camp Nou y la UEFA contempla advertencias y multas para los clubes que no cumplen la obligación de atender a los medios el día antes del partido con la presencia del «primer entrenador y un jugador, preferiblemente dos». Paralelamente a la acción de protesta de la plantilla el club también será sancionado porque ni el presidente Anil

Murthy ni el todavía Director General Mateu Alemany atendieron a los micrófonos de Movistar en Barcelona.