Quique Sánchez Flores revivió ayer como entrenador uno de los peores días de su carrera como futbolista en la visita al Etihad, donde el Manchester City de Guardiola le endosaba un escandaloso 8-0 que deja a su Watford colista con solo 2 puntos en las primeras seis jornadas. Nada hacía presagiar una debacle de ese estilo después de que en su reestreno en la Premier, hace solo una semana, lograse un meritorio empate a dos goles ante el Arsenal de Unai Emery.

El extécnico de regresaba al banquillo del Watford tres años después tras la destitución del español Javi Gracia y ni en sus peores augurios podía imaginar lo que le esperaba en este primer desplazamiento a su equipo.

Silva, Agüero de penalti, Mahrez, Bernardo Silva y Otamendi ponían un increíble 5-0 en el marcador cuando apenas habían pasado 18 minutos de partido, algo insólito en la historia de la Premier League. Los «citizens», que ayer celebraban el 125 aniversario de su fundación, rematarían la faena en la segunda mitad dos goles más de Bernardo Silva y el octavo de Kevin de Bruyne a falta de cinco minutos para el final.

El amargo recuerdo de 1993

Para Quique es la derrota más abultada en toda su trayectoria como jugador y entrenador, solo comparable al 7-0 que encajó con el Valencia ante el Karlsruher en el partido de la Copa de la UEFA de funesto recuerdo para el valencianismo, del que han pasado ya más de 25 años. En noviembre de 1993, Quique participó del 7-0 con el que los valencianistas, entrenados por Guus Hiddink, caían eliminados de la Copa de la UEFA. Una afrenta que sigue siendo la mayor goleada de los blanquinegros en competiciones europeas. Aquella eliminación supuso una tormenta institucional que acabó con la dimisión de Arturo Tuzón, el presidente que evitó la desaparición del club en 1986.