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Ya podéis subir la megafonía

Anil Murthy gesticula ayer en el palco de autoridades durante el partido. i. hernández / sd

Tuvo que ser al final del partido y consumado el empate con el colista cuando el personal, en pie y gorra en mano, se manifestó de forma contundente con respecto al máximo accionista, muy preocupado ayer por el GP de Fórmula 1 que se celebraba en el trazado urbano de Marina Bay. Antes de la traca final, un cántico más o menos unánime pidiéndole a Peter Lim que se marche en el minuto uno y diferentes secuencias durante la tarde en las que también hubo alusiones al presidente, Anil Murthy. Eso sí, desde todos los sectores del estadio. No solo en la grada de animación, para los que se apuntan a las -falsas- teorías de la conspiración. Para la gravedad de las decisiones tomadas en Singapur, poco. Muy poco.

El Valencia se ha quedado de la noche a la mañana sin proyecto deportivo y sin, posiblemente, el mejor ejecutivo - Mateu Alemany- del fútbol español. Y tengo el convencimiento que, si el partido acaba 2-1 en ese pase de la muerte de Ferran que no encontró a Rodrigo, alguno incluso se lanza a iniciar la ola mexicana por haberle ganado a un colista que todavía ni había puntuado. El de ayer era (antes del decepcionante empate final) el escenario perfecto para manifestarse contra la propiedad. Casi dos semanas después del cese de Marcelino, sigue sin haberse producido una explicación pública del presidente al respecto. Ha caído Pablo Longoria y Mateu sigue siendo el director general porque su contrato tiene más enjundia que el de los otros. De lo contrario, ya estaría jugando al golf en Palma de Mallorca.

Para que el señor Lim se plantee realmente vender sus acciones y dejarnos tranquilos va a hacer falta mucho mayor movimiento en las bases del valencianismo, a las que intuyo bastante más disgustadas de lo que se evidenció ayer en el estadio. La maquinaria mediática del club está en marcha, mensajes precocinados a cargo del capitán incluidos. Pero no se le pueden poner puertas al campo. Ni la mejora en el sistema de megafonía fue capaz de acallar el grito de Mestalla tras el pitido final con la decepcionante imagen del equipo, entrenador inclusive. Uno de los grandes beneficiados por el ruido de sables en el entorno es Albert Celades. Aguantar el trivote con Kondogbia y Coquelin hasta el minuto 82 con 1-1 merece capítulo al margen. El último cambio, tarde. Y esto es el Valencia. Aquí se viene aprendido. El nivel de exigencia debe ser el mismo que planteábamos para el entrenador anterior. Faltaría.

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