A diferencia de aquella inolvidable noche de febrero, ocho minutos de arrebato, sin pizarras y con el corazón desnfrenado, no fueron suficientes para tumbar al Getafe. Llegó a ser el primer partido grande de Maxi Gómez como valencianista. El Expreso de Paysandú volteó la noche con empuje canchero, sangre caliente y dos goles de ariete puro, remachados con un toque de magia de Kang In Lee. Pero el conjunto de Bordalás, siempre entero y capaz de llevar a cualquier rival a su límite físico y mental, remontó en la segunda mitad con goles del cedido Jason y Ángel, y destapó la ternura estructural que todavía aqueja al imberbe proyecto de Celades. No hubo vencedores porque nadie supo defender. El partido tuvo el saldo de las lesiones de Gameiro y Kondogbia.

Los encuentros contra el Getafe se han convertido en uno de esas rivalidades contranatura que, generacionalmente, le brotan al Valencia, para evaporarse con el paso de los años. Se parece a aquel clásico noventero que surgió contra el Deportivo, sin mucha tradición previa pero que venían cargados de tensión y agravios. En el caso de los azulones, el destino quiso recrear hasta pasajes idénticos. Por eso cuando Mata marcó a los 40 segundos, en la misma portería, en el mismo instante y contra el mismo portero (Jaume Doménech) que en el recordado precedente copero, la mente supersticiosa del aficionado no se alertó en exceso. Se intuía, por más que la primera aproximación no llegase hasta el minuto 18, que al partido le quedaba vida.

Todo sucedió contra pronóstico. Celades renovó profundamente el «once», con Kang In Lee de atracción y Correia debutante, una decisión arriesgada contra un rival ordenado, métrico, de gran espíritu colectivo como es el Getafe. Con el Valencia incapaz de gobernar el partido, Gameiro se lesionaba a los 10 minutos de partido y tenía que entrar Maxi Gómez.

Al charrúa las características del partido, trabado y físico, se le ajustaban como un guante. Entraba al choque, especialmente con sus compatriotas Damián y Arambarri, y en tres minutos, del 30 al 33 contagió a Mestalla con un tijeretazo y un impetuoso remate de cabeza. Celebró los goles con los puños cerrados, con justa coreografía. Entre medias, se ganó una tarjeta al embestir a Jaime Mata en el saque de centro de los visitantes. El arrebato se completaría cinco minutos después, en el 38, en una conexión que tuvo su guiño cómplice con la Copa. Esta vez Rodrigo asistió a Kang In Lee, en su primera titularidad en Liga, que irrumpió en segunda línea para marcar a placer. Con el marcador encarrilado, el Valencia bajó la guardia contra un rival cuya constancia no se ve afectada por los golpes en contra. En tres minutos, Jason y Ángel empataban (y casi marca Maksimovic). Con Guedes de recurso final, se asistió a un desenlace abierto. El VAR no apreció una mano de Cucurella y en el descuento a Ángel le era anulado un gol en fuera de juego. A Celades le queda faena. La tarea primordial, recobrar una identidad desdibujada.