El cortocircuito es evidente. Guedes no se encuentra y ha entrado en una espiral de involución peligrosa. El futbolista necesita madurez en el diálogo y le ha llegado una llamada de atención. No en forma de ultimátum. Al contrario, la intención ha sido espolearlo. La cuestión de fondo es la burbuja que rodea a la persona, su estado de ánimo. Gonçalo preocupa. La solución advierte cuidados especiales (lógicos y necesarios), pero también exige responsabilidad y demanda una señal, un paso al frente de su parte, en todos los sentidos. No más coartadas, no más justificaciones. La situación es compleja y el cuerpo técnico es absolutamente sensible al momento. Celades está buscando la manera de ofrecer luz en el camino del portugués. El entrenador es el interesado número uno en ayudar a reconstruir la mejor versión de Guedes, junto con el propio Guedes. El técnico es consciente de la psicología particular del jugador, sabe que no va revolverse con rabia a la suplencia, sabe que el único camino es la confianza y la continuidad, pero no puede hipotecar al equipo. Las suplencias han tenido que ver con la pizarra, con el rendimiento, con un plan, pero no con el castigo.

El objetivo es recuperar su versión determinante. Paso a paso, aunque la paciencia no rebose en el fútbol. El proceso hace semanas que responde a un fin. Guedes no tuvo minutos ante el Alavés. Tres días antes, el Valencia había perdido contra el Ajax y Gonçalo completó los 90 minutos. Pese a la suplencia en LaLiga, el entrenador terminó contento con el rendimiento de Gonçalo. Pese al golpe por la derrota, Celades reconoció una mejora en el futbolista. Tras no participar en San Mamés o rascar unos pocos minutos ante el Getafe, el cuerpo técnico reservó y apostó por brindarle el partido ante el campeón holandés, por el perfil del rival (abierto al intercambio de golpes) y por los alicientes, obvios. La intención era llenar su mochila de estimulos y contrarrestar los fantasmas. Guedes forzó el penalti -ante Edson Álvarez- que pudo suponer el empate a uno, que pudo llevar los méritos del equipo al marcador. No sucedió y la acción quedó en olvidó. Fue un detalle, un pequeño fogonazo... de los que marcan la diferencia. Justo lo que ha dejado de hacer en los últimos meses. Para Celades, más importante que el chispazo, fue su mentalidad colectiva, un juego menos disgregado, más solidario, más de equipo. Eso es lo que se le pide como contrapartida. Guedes, 22 años, tiene mucho por aprender e imperfecciones por pulir. Está en la fase de cometer errores y el examen permanente -que va en el puesto por inversión, por calidad, por expectativas- no le beneficia. Celades tiene claro que ese debate no suma. El murmullo en torno a su figura se ha instalado en Mestalla y el míster está buscando la receta para restarle presión, para centrar el foco del futbolista en disfrutar y en competir.