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Celades no es Neville

Celades no es Neville

El entrenador del Valencia cumplió el pasado sábado en el Metropolitano su octavo partido en Mestalla. Ha sido un mes vertiginoso y de tremenda dificultad para el grupo, con desplazamientos a escenarios de tanta enjundia como el Camp Nou, Stamford Bridge, San Mamés y el Wanda. Y, sobre todo, con un inicio plagado de obs­táculos por el desequilibrio emocional de un vestuario incapaz de entender el fondo y la forma del cese de Marcelino García Toral. A pesar de los pesares, Celades, con sus errores puntuales y su indiscutible margen de mejora, ha sobrevivido al huracán.

El camino más rápido que tiene un técnico con el perfil del catalán para conseguir crédito entre el entorno es hacer que el equipo funcione, que vuelva a ser competitivo. Y si es ante rivales tan completos como el Atlético de Madrid, mejor que mejor. Empatar del modo en el que el Valencia lo hizo el sábado en territorio colchonero hace que la credibilidad del entrenador suba como la espuma. En tiempo de descanso y durante la segunda mitad, todavía con 1-0 en el marcador, Albert Celades supo entender qué necesitaban sus jugadores para equilibrar el partido e incluso tener opciones de ganarlo.

Retrasar la posición de Parejo para devolverle a la sala de máquinas, el cambio de Kondogbia por Gameiro y la insistencia en agrandar el campo por la derecha tras la lesión de Joao Félix para hacer superioridad con Wass y Carlos Soler evidencian que, esta vez, Lim no ha recurrido a un becario que «pegue la cabotà» y trague con todos sus caprichos de magnate. El empate en el Metropolitano fue un empate de entrenador, un ejercicio de inteligencia, de dominio de la situación con el partido en marcha y de conocimiento de los recursos propios.

Simeone, incluso con ventaja en el marcador, hizo un doble cambio muy pronto porque no lo veía claro y después se tiró atrás descaradamente quitando a Morata para dar entrada a Marcos Llorente. Ni así pudo contener el fútbol exuberante del Valencia cuando Celades regresó al 4-4-2. Esta flexibilidad táctica, y la capacidad de sacrificar sus ideas buscando un sistema en el que los futbolistas estén más cómodos, es quizá el rasgo que mejor defina a Albert en estas primeras semanas en Mestalla. Ni es un advenedizo ni un incapaz. Pero todavía le quedan varios peldaños por subir. Uno de ellos es meter al club en octavos de la Champions. El miércoles tiene una oportunidad magnífica para ello.

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