El Valencia vuelve a parecerse a sí mismo, desprender de nuevo ese inconfundible aroma competitivo con el que se identifica Mestalla. La fuerza colectiva de este equipo puede con todo. Resiste a las convulsiones internas detonadas por el propio club y al infortunio de unas lesiones que ya toman forma de plaga. Ayer derrotó al Granada, en un partido tremendamente trabajado, resuelto con goles de Daniel Wass, actor imprescindible por su versatilidad en un equipo maltratado por las lesiones y Ferran Torres. Qué jugador es el de Foios. Un coloso. En el 97, con jugadores y espectadores tiesos de cansancio, remató la contienda con una jugada repleta propia de un supertalento.

Los tres puntos revisten importancia por tratarse del tercer triunfo consecutivo, porque encaraman al equipo de Albert Celades en la zona privilegiada de la clasificación, después de tanta convulsión interna. Y porque, más allá de aspectos estadísticos, la imagen de los blanquinegros fue la de un conjunto sólido, que manejó el partido ante un exigente rival con templanza, dominio de la situación, y por fin sin ofrecer tantas intrigas defensivas y con la portería a cero. El Valencia volvió a exhibir lo que Mestalla ya conoce de sobra, una innata capacidad de supervivencia ante las adversidades. Esta vez no ante un marcador, pero sí para remontar el estímulo contrario de un compañero lesionado. Cayeron Geoffrey Kondogbia y Rodrigo Moreno, ya son nueve los integrantes de la enfermería.

El Granada se presentó con una armadura muy parecida a la del Lille. Es un rival sin nombres conocidos, con abundancia de Martínez en su plantel, pero extraordinariamente organizado y atrevido, con muchos jugadores en zona de remate, estrategia imaginativa y que planta la presión en los tres cuartos con Roberto Soldado dictando ferocidad. Planteó un inicio de encuentro con ritmo elevado que el Valencia supo destensar cuando sus referentes empezaron a tomar cuerpo. Sobre todo con Rodrigo Moreno, siempre valorado desde su regularidad goleadora, que es discreta, pero casi nunca desde una contribución colectiva en apariencia invisible pero siempre decisiva. Su recepción y giro ofrecía una solución al cubo de Rubik que es era entramado defensivo granadino.

Le acompañaban Ferran Torres, que juega con la cabeza alta, como los extremos de ley, y que era capaz de maniobrar con destreza a pesar de que el rival le negase espacios y opción de zancada. Manu Vallejo contribuía con unos movimientos impulsivos que toda la vida han enamorado a Mestalla.

Si bien no se contabilizaban ocasiones claras de gol, el partido estaba vivo, lleno de matices. Hasta Maxi Gómez y Soldado llegaban a pelear por la misma bola en la medular, en plan gladiador. Entonces el Valencia acusó un revés, la pesadilla recurrente del pinchazo en la parte posterior del muslo que aparece pasada la primera media hora. Le tocó a Geoffrey Kondogbia, octavo lesionado muscular que acumula el equipo de Celades. Una casualidad lo suficientemente llamativa para que se abra el debate, ya que en el minuto 50 Rodrigo Moreno amplió la lista con molestias en la espalda. Ya sea por la preparación física o por la fatiga mental de una plantilla agitada por los cambios traumáticos en el proyecto, el Valencia se está descosiendo.

El equipo aguantó el tipo con entereza táctica, con la polivalencia de multiusos como Jaume Costa y Daniel Wass. Faltaba el chispazo del gol, marcado por Dani Parejo después de una rítmica triangulación con Ferran Torres. El tanto fue justamente anulado porque Maxi Gómez, en fuera de juego posicional, tapaba el ángulo de visión del guardameta Rui Silva. La controvertida jugada aumentó un par de grados la presión ambiental de un Mestalla que debe tomar más responsabilidad en la animación, que en los últimos años había delegado por completo en la grada de animación.

Siguió intentándolo el Valencia, con buen pulso en el toque, probando con centros laterales en los que el central Domingos Duarte se erigía casi siempre vencedor.

La insistencia tuvo premio con el gol de Wass. Otro envío desde la banda. Maxi Gómez pifió el primer remate, pero el balón llegó al jugador danés, que controló con dificultades y voleó a quemarropa, alto, con el cuerpo cayendo. De nuevo el gol se sometió al suspense fiscalizador del VAR. Pero ni había fuera de juego de Maxi ni mano de Wass. El final deparó el empuje enérgico del Granada, un equipo incapaz de perder la cara a cualquier partido. El equipo de Diego Martínez atosigó sobre todo a balón parado. Un cabezazo de Domingos Duarte fue salvado bajo palos por Wass, capaz de jugar en cualquier demarcación y abanderado de un Valencia que, ante los reveses, resiste y crece desde la colectividad. El gol anulado por fuera de juego a Gameiro fue solo la antesala de la guinda final. Con el Granada entregado, un saque de portería de Cillessen fue recogido por Ferran Torres. Era el minuto 97, pero arrancó casi desde el parque de La Alameda de Foios y se propulsó como un cohete, dejando atrás a contrarios hasta armar un zurdazo a la escuadra. La señal necesaria para avisar que el VCF ha vuelto, y de que esta temporada tiene toda la pinta de ser la de Ferran.