Otro mensaje para que Maxi aceptara fue hacerle saber que era el delantero elegido y la gran apuesta a pesar de que Marcelino quería un delantero más. Mateu y Longoria habían aprendido de la experiencia de Batshuayi, que por una parte rompió el equilibrio interno del vestuario en términos de sueldo, y por otra complicó las cosas al entrenador porque tenía cuatro delanteros que se sentían titulares y la situación se demostró insostenible en el medio plazo. Lo mismo sucedía con Murillo, que se pensaba titular pero el cuarto central. Por ello llegaron en invierno Sobrino y Roncaglia, porque sabían que llegaban para jugar poco y que lo que tenían que hacer era tratar de aprovechar las pocas oportunidades.