Confinado durante dos años a la banda, Carlos Soler regresó anoche al centro del campo, su territorio preferido de siempre, para sonreír y repartir alegrías en un Mestalla que vio de nuevo al jugador con jerarquía, imaginación, visión periférica y más cerca del gol que despuntase con Voro González, en aquel invierno terrible de 2017. Albert Celades, como hiciera el técnico de l'Alcúdia, arropó el talento del canterano con un movimiento de ajedrez espléndido, que cambió la suerte del partido al transformar el 4-4-2 maniatado por el Villarreal en 4-3-3. Fue así como el Valencia, pese a notar un cansancio que expuso más aún los riesgos defensivos, lució un mayor atrevimiento individual con Soler y los goleadores Rodrigo y Ferran Torres. El triunfo, de relevancia clasificatoria, premia una filosofía que tanto los jugadores, como Mestalla, cuyo paladar es fino, agradecen.

Es probable que el Valencia haya desdibujado parte de la pétrea personalidad que tenía con Marcelino, en el que el 4-4-2 alcanzaba la categoría de credo. Es un equipo menos reconocible y con una apariencia más vulnerable pero, en el camino hacia la nueva pócima, con Celades es capaz de manifestar más matices tácticos. Con un cambio en la pizarra, pasando al 4-3-3 y dando la batuta compartida a Carlos Soler y Parejo, el técnico catalán dio la vuelta a un duelo que gobernaba plácidamente el Villarreal con largas posesiones en campo rival. El equipo de La Plana se había sacudido la salida en tromba de los valencianistas en los primeros diez minutos. Había que aprovechar el primer tramo de partido antes de que aflorasen los rigores de la batalla física y emocional librada ante el Chelsea. Las bandas eran pistas de despegue para Ferran Torres y Gayà. Los centros no encontraron por poco rematador y el Villarreal frenó tanta efervescencia pisando la pelota y dictando pausa.

El Valencia reincidió en su defecto más recurrente, retrocediendo la línea defensiva en exceso, dejando al Villarreal maniobrar demasiado cerca. Tan parapetado atrás, aumenta el riesgo de que cualquier pelota dividida, como la generada por Gerard Moreno al no poder conectar un remate, queda muerta en la zona minada del área. A destiempo, Mangala derribó al delantero en un penalti, otro más, que debe despertar una reflexión interna. Gerard lanzó el penalti raso y flojo, Cillessen leyó la intención y blocó sin dificultades.

El aviso fue lo suficientemente serio para que Celades, a pesar de contar con lo justo, intercambiase las piezas, en un movimiento que definiría el partido. Soler pasó al medio, junto a Parejo. Con los dos talentos juntos, protegidos por Coquelin de guardaespaldas, empezó a fluir el fútbol. El canterano de Torrefiel comenzó a aparecer con pasmosa facilidad en posiciones de remate. En el 33 lanzó alto. En el 35 provocó una gran doble intervención de Asenjo. A Rodrigo se le anuló un gol en un ajustadísimo fuera de juego. El Valencia se divertía y Parejo ofrecía asistencias hasta con el pecho, para que Ferran Torres, trasladado a la izquierda, rematase de media tijera desviada por el portero amarillo.

El descanso no frenó el brío animoso del Valencia. No tardó ni tres minutos en llegar el gol. Maxi Gómez, en una maniobra que borda, protegió de espaldas, giró y desplazó en largo a la carrera de Rodrigo. Con un complicado control orientado, el hispano-brasileño burló la salida de Asenjo y marcó, poniendo fin a una sequía en Mestalla que se prolongaba desde marzo.

Pero la ventaja en el marcador y la condición de local ya no son argumentos irrebatibles en Mestalla para asegurar la victoria. Del mismo modo, los golpes en contra también se encajan mejor. A los cinco minutos igualó el Villarreal con una pérdida tras un pase forzado a Parejo. Un rebote poco afortunado dejó el remate franco a Anguissa, que batió a Cillessen. Pese al empate y la vocación atacante del Villarreal, el Valencia no perdió la personalidad y volvió a dominar la escena y sentirse cómodo en los metros finales. En el minuto 70, Soler abrió con un suave pase bombeado a la entrada de Wass, que cedió atrás para que Ferran, desde la banda, volease a placer. El de Foios lo celebró agarrándose el escudo. El final se hizo largo. Debutó Esquerdo, que se sumó a la defensa de la valiosa renta mientras Rodrigo y Coquelin se retiraban con molestias. El Villarreal atacó con todo pero no se alteró un triunfo que deja dos valiosas conclusiones: por un lado el regreso de Soler al territorio que mejor conoce y donde su fútbol trasciende, y por otro la seducción de una idea de juego que gusta, pese a un riesgo que Mestalla acepta gustoso.