El Valencia CF ha firmado en Mallorca un partido decepcionante: una goleada de un recién ascendido y, al mismo tiempo, perdió a Parejo para el duelo del sábado ante el Barcelona (Mestalla, 16 horas). El equipo de Mestalla regresó a sus peores hábitos frente al isleño, equipo voluntarioso, de personalidad, todo lo contrario de lo que fue su rival: un conjunto aburguesado, indolente, sorprendentemente conformista. Dos concesiones del Valencia CF, dos ingenuidades demoledoras en el primer tramo, abonaron la contundente victoria del Mallorca en el peor partido de la era Celades.

El Valencia CF tiene esa extraña actitud autodestructiva de ser un equipo que convierte una buena oportunidad de trepar en la clasificación (perdieron Sevilla y Atlético de Madrid el sábado y se situaba a un punto de la Champions si ganaba) en un fiasco. Pero es casi mejor que no disponga de la oportunidad de dar un salto en sus objetivos: es, tradicionalmente, el anuncio de una actuación bochornosa. Como otros, este era un partido que debía de ganar por encima de un montón de cadáveres.

Del primer error se encargaron Gayà y Cheryshev, que no se entendieron en sacar la pelota. Parejo tuvo que derribar a Dani Rodríguez (no jugará ante el Barça por acumulación de amarillas) y, de la falta, sacó máximo rédito el Mallorca. Al balón blando acudió Raíllo al remate libre de marca -¿dónde estaba Wass?-, incrédulo ante semejante regalo.

Sin ningún alarde, el Mallorca tenía el partido en sus manos. Cazó el gol en el primer error del Valencia CF y remató el choque en el segundo fallo. Esta vez lo protagonizó Coquelin, que convirtió un corte de balón en un desastre irreparable. Budimir desvió el remate de Dani Rodríguez a la portería ante la condescendencia general de la defensa del Valencia CF.

El Valencia CF persistió en su alarmante vulgaridad. No compareció al partido. Pasó por Son Moix sin dejar rastro. Confirmó su debilidad con un juego espantoso, sin nadie capaz de dejar un apunte de clase. Ni los veteranos, ni los jóvenes. La desastrosa actuación colectiva retrató, también, a algunos futbolistas. Celades no tuvo reparos en señalar a Cheryshev, que firmó un partido decepcionante, impropio de un futbolista de élite por su incapacidad para gestionar mínimamente la posesión de la pelota. El entrenador lo mandó a la ducha en el minuto 43, sin ni siquiera esperarse al descanso para darle relevo por Ferran Torres.

Todo lo que el Valencia CF echó de más al ruso, echó de menos a Rodrigo, el elemento conector del medio campo con el área contraria.

La paradoja del Valencia CF es que su opulencia retrata más que nunca sus partes más precarias. Nunca como hoy se advierte tanto la contradicción, que habla de un desequilibrio manifiesto en un equipo trufado con extraordionarios futbolistas pero que sólo puede ganar desde la brega, desde el sacrificio de cada balón dividido. Sin esfuerzo, no es nadie.

El equipo de Celades fue un grupo desconcertado, sin versatilidad, paciente cuando no debía e impaciente cuando necesitaba algo de calma. Un desastre que había confirmado el Mallorca con el tercer gol, en una acción entre Salva Sevilla y Budimir que desnudó, de nuevo, a los centrales del Valencia CF.

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El caos se confirmó al inicio del segundo tiempo con la expulsión de Parejo por derribar, sutilmente, a Budimir. Cualquier intento por meterse en el partido quedaba neutralizado sin la presencia del arquitecto del Valencia CF en el campo. El partido sólo dejó, para el Valencia CF, las interesantes incursiones de Ferran Torres, el mejor de un equipo carente, ayer, del mínimo entusiasmo, y la reaparición de Kang In Lee en la última media hora. Todo frente a un rival recio, sin fisuras, sin ninguna intención de acomplejarse. El único que interpretó el partido desde la ambición.

El partido regaló, en el tramo final, dos goles más: el 4-0 del Mallorca, en un chut lejano de Dani Rodríguez, y uno de Ferran Torres, al rematar una acción ofensiva desde el punto de penalti. La única luz del Valencia CF en un partido lleno de sombras.