¿La venta de Rodrigo sería una operación lógica y previsible? La venta de Rodrigo sería una venta lógica y previsible. Porque el Valencia está en una situación de bloqueo patrimonial, de apalancamiento en sus expectativas y sigue necesitando alimentarse de traspasos. Porque el jugador está cerca de los 29 años y quizá sea uno de los últimos momentos para alcanzar su mayor precio de venta. Porque, qué demonios, el Valencia -hasta que no se demuestre lo contrario- se ha construído a base de ventas y reemplazos. Y el fogonazo contra Barça volvió a demostrar que imprescindibles, los justos.
El problema llega después: ¿está el Valencia preparado para la venta de Rodrigo? O más: ¿el Valencia ha planificado el día después de la venta de Rodrigo? Con un añadido a modo de cereza encaramada al pastel: se especula tanto y tan reiteradamente con el producto que hace parecer más desesperado al vendedor que al comprador.
Algunas ofertas escandalosamente escandalosas -por bajas, entiéndase- parecen la reacción combinada entre la soberanía dudosa del que vende más la soberbia metropolitana del que quiere comprar (¡cedednos a Rodrigo!).
Claro que la venta de Rodrigo sería un golpe duro sobre el campo -«sin Rodrigo los objetivos cambian»... o no-, pero justo por eso es una de las piezas más cotizadas. No podría suceder al revés. El problema, otra vez, llega al percibir que a pesar de los continuos amagos para desprenderse del delantero, no se ha imaginado un Valencia sin Rodrigo.
Plantearse la venta de la principal arma ofensiva, pulsar el botón verde de nuevo en los últimos días de mercado, recién estrenada una dirección deportiva, sin demasiado margen y probablemente sin plan nítido para amortiguar los efectos de una baja sensible. Entregándose al riesgo sin calcular los efectos de la pérdida.
Quizá más importante incluso que las ganancias por Rodrigo sería constatar que el club que se preparó a tiempo para dejar de tenerlo.
