Amedeo Carboni llegó a Mestalla en 1997 ansiando un respiro en su carrera, tras casi llegar a las manos con Franco Sensi, el mandamás de la Roma. En el invierno de 2017 Simone Zaza, por su parte, buscaba en València «paz mental» tras nueve meses sin marcar un solo gol, entre la Juventus, la selección y seis meses lluviosos en el West Ham. Un sentimiento parecido invade a Alessandro Florenzi (Roma, 1991), romano y romanista, que anhela en el Valencia una oportunidad para ir a la Eurocopa tras comprobar lo que pesa el brazalete de capitán del único club de su vida, con el vacío dejado por dos capitanes de un carisma descomunal, como Francesco Totti y Daniele De Rossi.

«Roma es una ciudad un poco enfermiza, un poco exasperada en el seguimiento informativo al club», relata para Levante-EMV Valerio Curcio, responsable del periódico «Il Romanista», muy popular entre la hinchada. Un foco que es más acusado, sobre todo, para los jugadores locales, sobre los que pesa la expectativa hiperbólica de la tradición de capitanes de la casa, que se remonta a los años 30 del siglo pasado y que con Totti ha llegado a su máxima expresión icónica: «Psicológicamente para muchos jugadores es difícil estar en una metrópolis tan grande, con cuatro radios que hablan las 24 horas del club, con tifosi muy frustrados e impacientes porque te llamas 'Roma' pero solo has conquistado tres ligas y no ganas nada desde hace un montón de años? Para Florenzi, no tener encima el foco de ser de València será una gran ventaja. Ese apego pasional le ha hecho sufrir mucho».

Florenzi se crió en Vitinia, un pueblo de cinco mil habitantes del extrarradio de Roma. A medio camino entre Porta Metronia, el céntrico barrio en el que nació Totti, y la playa de Ostia en la que empezó a dar las primeras patadas a un balón De Rossi. Desde niño se empapó de militancia romanista, ayudando a sus padres Luigi y Luciana en el restaurante familiar, decorado con los colores y camisetas de la Roma, como manda la costumbre en tantos bares de barrio. Lugares en los que las que la veneración a Totti y De Rossi es casi cegadora.

Por ese motivo, a pesar de reunir todos los requisitos, «Florenzi ha sido capitán de la Roma en el peor momento para ser un símbolo. Todos los romanistas guardan en el corazón todo lo que han representado antes los dos grandes capitanes, dos monumentos enormes. La expectativa y la costumbre de los romanos era demasiado alta», apunta Curcio. El contexto ha provocado que Florenzi no se haya sentido del todo amado por parte de algunos sectores de la afición romanista. «Estoy convencido de que si Florenzi hubiese sido capitán de la Roma en un momento en el que en cinco años anteriores no hubiese habido ningún canterano simbólico, habría sido un capitán amadísimo». A la hora de tomar la decisión de partir de Roma, la balanza se ha decantado por razones deportivas. Con la llegada de Paulo Fonseca se ha visto por primera vez fuera no solo del once sino también de ser una de las primeras soluciones desde el banquillo. De su boca no nació una sola queja y continuó animando al equipo al que siempre ha servido por encima de egoísmos. Como muestra, cuando el goleador Dzeko pudo irse al Inter, llegó a ofrecerle su brazalete para evitar la marcha. El jugador bosnio se quedó y rechazó el gesto.

Al Valencia llega un jugador pasional. El futbolista que emocionó a toda Italia en 2014, cuando nada más marcar ante el Cagliari saltó por las butacas de la Tribuna Monte Mario para abrazarse con su abuela, Aurora, de 82 años, que había ido por primera vez al Olímpico a verle. Es un futbolista, describe Curcio, «que no es de hacer dribblings, pero que pelea, que corre. Es un jugador de corazón, de mucho corazón. De corazón, sudor y compromiso». Un entero profesional al que le gusta tener el contacto cercano de los aficionados. Una garantía en Mestalla, el campo más italiano de LaLiga.

Celades contará con un futbolista de gran versatilidad. Se ha afianzado en el lateral, pero como sucede con Daniel Wass, puede usarse como mediocentro o como un extremo para partidos de misión más defensiva: «Ese mérito le ha permitido encontrar siempre un espacio en todos los entrenadores,». Una valía que también ha sido un defecto, ya que al no desempeñar ninguna posición nata, ha tenido por delante a jugadores con un rol más preciso, circunstancia que también penalizaba a Angulo en la década pasada, a pesar de acabar siendo imprescindible. En un fútbol en el que se impone el físico, su principal punto débil es la dificultad para medirse a atacantes altos. «Es el mejor jugador número 12 para el 99% de los equipos del mundo, pero entre los 11 elegidos, nunca fue indiscutible», dice Curcio. Reúne los ingredientes ideales de tantos jugadores que dejaron huella en Mestalla.