El Valencia quedó despojado de su corona de campeón de Copa en una noche de fútbol salvaje en Granada, decidida con dos dentelladas de Roberto Soldado (que nunca dejó de ser un gran delantero), en los momentos que más duelen: a los dos minutos de juego y con el tiempo ya cumplido, en un penalti que decretó el VAR cuando el valencianismo ya asimilaba que se tendría que superar otra prórroga épica. Una eliminación dolorosa, en un torneo de imborrable recuerdo para jugadores y aficionados, pero en un partido en el que el Valencia estuvo muy expuesto. Aunque se acabara dominando sin colmillo, la esperanza duró por siete paradas de Jaume y dos postes aliados.

En los años 80, Ángel Castellanos dividía la opinión de la grada de Mestalla por su juego pausado. Dominaba la medular como quien labra la tierra, con una aparente lentitud que en realidad era sabiduría incomprendida. Muchos veteranos aficionados de aquel Valencia, en cambio, anoche en mitad del intercambio de golpes en Los Cármenes añorarían las pasadas de Rotovator que el barbudo mediocentro sometía en su zona de influencia, que abarcaba un latifundio. Afectado de alzheimer, la memoria del fútbol que don Ángel legó no se olvida. Pocos sospechaban que su ovacionado saque de honor, flanqueado por fieles amigos y excompañeros escuderos, sería el preludio de una primera parte frenética.

El Valencia sobrevivió en el primer acto a la tormenta perfecta preparada por Diego Martínez, el joven técnico de los nazaríes. En media hora, el Granada solo había necesitado combinar 74 pases para chutar nueve veces. Dos fueron al palo izquierdo de Jaume. Y otra de ellas, sin cumplirse los tres minutos de juego, había significado el primer gol de los locales. Soldado lo celebró como toca, sin sentimentalismos baratos, con la misma furia con la que remataba y festejaba sus tantos en Mestalla. Así lo haría también en la jugada crucial, en el penalti decisivo que ejecutó con el tiempo cumplido.

Un huracán se posó sobre el estadio. Con una presión afiladísima, con Yángel Herrera de comandante, con laterales afilados, el Granada hizo tambalearse al Valencia. Puertas, Vadillo, Foulquier en dos ocasiones o Yángel eran un viento racheado, molestísimo, con transiciones veloces y disparos desde todos los lugares. El balón no duraba en los pies de Dani Parejo. Si el Valencia se mantuvo en pie fue por la pizca de suerte en el remate de su rival, pero también por una producción atacante que era constante, con espacios a las espaldas de los laterales granadinos y con Soler y Ferran Torres muy listos para servir remates. Maxi Gómez mascullaba en lunfardo por la rareza estadística de fallar dos remates. Por un pie el VAR anuló el empate de Rodrigo en el 14. Los envíos laterales abundaban y finalmente, en el 40, una recuperación en campo contrario acabó en un centro con rosquita, medido, de Coquelin. En un partido loco, Rodrigo embocaba con delicadeza ante Escandell, el portero de Carcaixent.

Por cansancio, por miedo a perder, o ambas circunstancias, en la segunda parte el ritmo finalmente aflojó, aunque la tensión continuaba siendo cortante. Soldado estaba en todos los caldos, buscando el palo largo de Jaume en un disparo envenenado, chocando con Paulista (una versión defensiva del propio Soldado) o rebotando con valencianistas en tarascadas varias, que le valieron la amarilla.

Celades introdujo a Guedes. Aunque haya pasado cuatro meses lesionado, aunque su fútbol no haya abandonado sus picos de irregularidad, su presencia en el campo continúa albergando la esperanza de aquellos primeros tres meses valencianistas. Su sustituto fue Ferran, en una medida quizá impopular pero que se justifica con la carga tremenda de minutos en sus piernas. Otro jugador de refresco, Darwin Machís, recogió el taconazo de Soldado y chutó seco y abajo a Jaume, que se lució con una mano magistral.

Florenzi entró en los últimos minutos, para oxigenar la probable prórroga. El de Vitinia no ha cumplido una semana en el club y apareció repartiendo órdenes. Guedes amagó con el primero de los latigazos que tendrá que exhibir en lo que queda de calendario. Sin embargo, el premio fue para Soldado, al que el VAR entregó un discutible penalti al rebotar un saque de esquina en el brazo de Jaume Costa, sin voluntariedad y tapado por el delantero valenciano. Jaume, esta vez, no pudo oficiar el milagro.