Tres puntos contra la psicosis. La victoria del Valencia contra el Betis cicatriza un mes de febrero terrible, en el que solo se había contabilizado un triunfo, frente al Celta, y que había dejado por el camino una eliminación de Copa, y goleadas consecutivas en Liga y en esa Champions que pende de un hilo. El equipo de Albert Celades sigue lejos de su nivel exigible, una versión a la que solo llegará con la confianza recobrada como primer paso, objetivo mínimo logrado ayer con goles en la segunda mitad de Kevin Gameiro, fiel a su martilleante cita con el gol ante los verdiblancos, y Dani Parejo, frente a un rival con más intenciones que peligro. Tres puntos balsámicos en la clasificación para una hinchada que pobló Mestalla casi como de costumbre, sin alarmarse por los mensajes de sobreprotección con la plantilla tomados por el club con la crisis del coronavirus. La voz soberana del estadio se escuchó, en el final de la primera y segunda parte, para clamar contra Peter Lim de forma mayoritaria.

«Venid, venid todos!», reclamaba Gabriel Paulista a sus compañeros tras el primer gol de Gameiro para que se añadieran a la piña de la celebración, sabedor de la necesidad de volver a sentirse fuertes como grupo. Una sensación colectiva que se recompondrá, también, con los estímulos individuales. Los de Parejo, siempre fiel al arte arriesgado de su fútbol. En la primera parte perdió un balón peligroso por querer salir del área propia con un regate. Y con la misma sangre fría sentenció el partido en los últimos minutos, recreándose en las centésimas previas a su remate. Respira también Gonçalo Guedes. No jugó en Anoeta y ayer, contra pronóstico, fue suplente. Pero en la segunda parte se sintió de nuevo cómodo tirando carreras y, tras participar en la acción del primer gol, rompió sus temores internos con regates y largas conducciones exitosas. Su problema nunca fue futbolístico. Y Ferran Torres, siempre con clase y la cabeza levantada, recibió la ovación de la grada al ser sustituido. En el calor de esos aplausos en el día de su 20 cumpleaños se encerraba un mensaje, con la cuerda de la negociación de su renovación en el límite, algo así como «es demasiado pronto para despedirte del equipo de tu vida».

José Luis Gayà, lateral experto en milagros, plantaba cara él solo a la inexorable decadencia que cada semana parece que afecte más al Valencia, debilitado por las lesiones y desdibujado futbolísticamente, a medio camino de una evolución que ha arrancado antiguas certezas defensivas y no ha satisfecho una mayor personalidad atacante. Gayà, decíamos, centraba y chutaba sin dejar que la bandera caiga al suelo. Dos acciones aisladas del futbolista de Pedreguer, con una parábola envenenada desde treinta metros y un chut seco repelido por Joel, fueron la mejor y escasa aportación de un Valencia que acabó la primera mitad con el run-rún de la grada. Y nada positivo hacía presagiar la cojera de Maxi Gómez (sin remate pero muy inteligente en sus movimientos de espalda al área) Kevin Gameiro y Ferran Torres, entre los más inspirados como de costumbre. El ariete uruguayo, al que se le necesita como el aire, fue sustituido por Gonçalo Guedes al descanso.

Arropado en sus tres centrales, el Betis no pasó excesivos apuros y meció el partido a su gusto, a partir de una posesión trenzada en pases cortos que encontraban en la elegancia de Joaquín, Canales y Fekir ante Wass el punto de desequilibrio para amenazar la portería de Cillessen, de vuelta a la titularidad. El lateral danés cometió un más que probable penalti al sujetar a Borja Iglesias que esperaba un centro por alto en el segundo palo.

Un disparo a bocajarro de Fekir, nada más empezar la segunda parte, aumentó los murmullos de Mestalla, pero precipitó la reacción valencianista. Sin fútbol al que agarrarse, despertó la actitud, con un punto añadido de presión y agresividad. Ya era un avance que el partido pasara a jugarse en campo bético. En el 60 Guedes, que todavía no se ha consolidado en la titularidad tras regresar de su lesión, aguantó la pelota en el vértice del área, tirando amagues de recortes. Imantó a su alrededor a varios defensas béticos y liberó a Gameiro. La pelota cayó al delantero francés, que buscó ángulo de disparo, la colocó fuerte en el palo largo, rebotó en el poste y entró. Mestalla lo celebró con un rugido tremendo.

No le quedaba al Betis otra opción que arriesgar, por lo que el Valencia pudo agazaparse con comodidad y finalmente volver a correr, volver a tirar contragolpes, la mayor sensación de libertad que respira el mestallismo. Volvió a correr Guedes, como lo hizo también Cheryshev, siempre vertical aunque no culminara el último pase. Parejo, con las pulsaciones congeladas, marcó el segundo en el 89. El gol de Loren Morón en el 93 solo matizó la alegría. Por fin la alegría.